Naciones Unidas destacó en la última celebración del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos que cuando los alimentos se pierden, todos los recursos que se utilizaron para producirlos, incluidos el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital, se desperdician.
Además, indicó que los alimentos desperdiciados que llegan a los vertederos generan emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye al cambio climático. El mayor impacto de la pérdida y desperdicio de alimentos en el mundo lo padecen las personas con mayor condición de vulnerabilidad, aquellas que sufren inseguridad alimentaria.
En Argentina se desperdician cerca de 16 millones de toneladas de alimentos por año, una cifra que representa el 12,5% de la producción agroalimentaria del país. Conscientes de esta realidad, algunos emprendimientos comenzaron a involucrarse en esta problemática.
“Nuestro propósito es disminuir el excedente de alimentos que se descarta”, define Santiago Guglielmetti, uno de los jóvenes creadores de la aplicación Winim, junto a Santiago López Silveyra y Federico Broggi.
La iniciativa tuvo su origen en ideas desordenadas que se fueron hilvanando durante una conversación nocturna, después de exigentes horas de estudio. Santiago y su amigo López Silveyra se detuvieron a indagar en el gran problema que significa el desperdicio de alimentos. Es que los números son impactantes: 127 millones de toneladas se descartan en Latinoamérica.
“Nos basamos en dos ideas ya desarrolladas en Europa e hicimos una traducción -lo mejor posible- a la realidad de Argentina”, contó Santiago y agregó que el objetivo planteado fue vender el excedente al final del día con un precio de descuento. De esta forma, “ganan los usuarios al conseguir comida más barata, ganan los comercios por generar ingresos extras de productos que, de otra manera, hubieran sido tirados. Y, además, entre todos reducimos el desperdicio de comida”.
“Ganan los usuarios al conseguir comida más barata, ganan los comercios por generar ingresos extras de productos que, de otra manera, hubieran sido tirados. Y, además, entre todos reducimos el desperdicio de comida”
La primera prueba fue lanzada en 2018 y la impresión de Santiago es que la vida de Winim tuvo distintas etapas. Es que -reflexiona- el pensamiento de la sociedad sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible cambió mucho en los últimos años. Primero fueron cuestionados porque “decían que militábamos el ajuste porque vendíamos las sobras. Nos metieron en la política”. Después fueron llamados por el Vaticano para hablar del tema y eso les permitió saltar la grieta.
“En tiempos de pandemia se empezó a entender más la importancia del medio ambiente. Eso nos permitió dar un salto importante y ahora estamos listos para ir a otros países”, señaló Santiago y adelantó que en abril iniciarán su trabajo en Colombia.
Hoy Winim funciona en Ciudad de Buenos Aires y alrededores. Su objetivo es avanzar en otras provincias, aunque el camino -aseguró- debe ser gradual y ordenado. Comentó que es importante que exista la suficiente demanda para que sea útil la aplicación. Por eso es más simple que sea utilizada en grandes ciudades porque hay más productores e inexactitud en términos de producción y distribución.
La mayor demanda de productos orgánicos genera también que este tipo de tecnologías sean necesarias. Hace algunos días se sumó a Winim una empresa de quesos que tiene productos de alta calidad, no tienen conservantes. Entonces la vida útil es de apenas 21 días. “En ese caso hay siete días críticos, antes del vencimiento. En ese momento se utiliza la aplicación con un importante descuento”, explicó.
La FAO -Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura- señala que en Argentina, uno de cada tres platos de comida se tiran.
“Tratamos de solucionar el problema del desperdicio», definió Santiago que está convencido de cada paso. Y aclaró que para lograrlo «es necesario un negocio sólido con una propuesta que le sirva tanto al usuario como al comercio”.
El problema es grande y pesado. Los desperdicios anuales en Argentina equivalen a 60 mil contenedores llenos de comida, o lo suficiente para alimentar a 3.5 millones de personas.