Laura Delogu: cómo es la increíble experiencia de integrar Música para el Alma

María Eugenia Rubio fue flautista de la Orquesta Nacional de Música Argentina. Falleció en 2011 luego de una intensa lucha contra el cáncer. Y en el último trayecto de su enfermedad, junto a su pareja –también músico- Jorge Bergero, organizaron un concierto en el lugar en el que estaba internada y quedaron impactados por el efecto que provocó la música en los pacientes que estaban atravesando los cuidados paliativos.

Cuando María Eugenia murió, esa primera experiencia musical comenzó a crecer. Primero fueron ocho amigos en la Escuela de Niños Ciegos de Caballito. Ocho años después, Música para el Alma se convirtió en una original y sensible propuesta que incorporó 2.500 músicos, con presencia en diez provincias del país y seis países. “Solidario, gratuito e independiente, eso es Música para el Alma. Y lo hacemos con mucho amor”, definió Laura Delogu, coreuta en el Coro Polifónico Nacional y amiga de María Eugenia.

Su ingreso fue en 2013 en un concierto sinfónico en el hospital Garraham. Había visto el proyecto en las redes sociales y el recuerdo cercano de su amiga fue un impulso, habían sido compañeras de orquesta durante muchos años. “Me motivó llevar la música de otra forma”, comentó. Es especial el encuentro espontáneo con la gente que se transforma en público sin imaginarlo. “Está desprovisto de todo juicio, nos revitaliza”, explicó. Música para el Alma visita hospitales, escuelas de educación especial y casas de adultos mayores.

Las emociones toman el cuerpo de increíbles torbellinos en los pasillos de edificios que acumularon capas de tristeza y angustia. Laura valora que el receptor de la música está al lado, muy cerca, lo podés sentir, dar un abrazo. Eso, claro, no pasa con el trabajo profesional.

Música para el Alma encomienda a un grupo más chico de músicos que asistan a los pabellones de intervención. Laura recuerda con cariño un momento que le permitió corroborar que estaba en el lugar correcto. Fue en el Instituto de Oncología Ángel Roffo de la ciudad de Buenos Aires. “Fuimos a cuidados paliativos y una señora quería un tango”, recordó. Y una de las violinistas tocó Naranjo en Flor. A los dos días, recibieron el mensaje de su hija, les contó que su mamá había fallecido al día siguiente de la visita, y que se había ido feliz porque había podido escuchar su tango preferido por última vez.

(Foto: Agustín Benencia)

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