“Amo este espacio, pero no quiero que exista”: profesor premiado en el mundo por su lucha contra la mortalidad infantil

“Convivir con la mortalidad infantil es duro”, reflexiona con amargura Julio Pereyra, docente y fundador de la Escuelita Ambulante «Caminos de Tiza». Su valioso trabajo fue reconocido con el Global Teacher Award en 2019 y 2020. Los premios colaboraron en el difícil proceso de desnudar una ominosa realidad que sacude a niños y niñas del nordeste argentino.

El origen del proyecto sucedió hace siete años en Corrientes, cuando encontró en un basural a cielo abierto niños analfabetos trabajando y comiendo restos de alimentos. “En ese momento decidí hacer algo y pensé que lo único que podía hacer era aportar educación”, contó.

Julio vive en la localidad de Puerto Rico, en Misiones. Contó que Caminos de Tiza es una propuesta de educación comunitaria que recorre basurales, aldeas guaraníes, barrios periféricos y colonias rurales para trabajar -desde un abordaje terapéutico, pedagógico- con chicos y chicas, con y sin discapacidad en el Nordeste argentino.

También se ocupan de potabilizar el agua, desarrollan cultivos, realizan tareas de prevención de accidentes con animales ponzoñosos e incendios forestales. Trabajan en la alfabetización inicial, la lengua de señas, braille, comunicación alternativa aumentativa e incentivan el trabajo de los auxiliares docentes indígenas.

“Yo denuncio y expongo, no tengo una mirada romántica de lo que hago. No tengo miedo de criticar el sistema. Por eso, no caigo bien”, comentó

El extenso recorrido de Caminos de Tiza fue complejo, aunque los resultados son inspiradores. Construyeron bibliotecas, se levantaron escuelas, se organizaron comedores. “Se llevó a cero el embarazo infantil, la desnutrición, las prácticas de eugenesia y los casamientos de niñas con adultos”, destacó orgulloso Julio.

Yanina Rossi, su pareja pedagógica, lo acompaña en este emprendimiento educativo. Si bien hay gente que se sumó en estos años a la tarea de Caminos de Tiza, su fundador aclara que se trata de un trabajo sacrificado, hay que internarse semanas en la selva. Y es difícil soportar, además, las amenazas. “Cuando denuncias mortalidad infantil, prostitución infantil, basurales a cielo abierto, a algunos gobiernos les molesta mucho”, contó. Y las amenazas no son simbólicas. En una localidad de Corrientes le quemaron la casa y tuvo que radicarse en Misiones. El tema está en la Justicia.

“Se llevó a cero el embarazo infantil, la desnutrición, las prácticas de eugenesia y los casamientos de niñas con adultos”, destacó Julio con orgullo

La realidad que viven algunos niños y niñas del país es muy dura y desconocida por el resto de la sociedad argentina. Para ejemplificarlo, Julio comentó que la idea del aislamiento la tienen incorporada mucho antes del arribo del Covid-19. “Lo tuvimos que hacer por la pandemia del dengue”, apuntó. Está convencido que hoy el debate político no contempla estas realidades.

“Lo que me impacta es que hay escuelas y los niños son analfabetos, o espacios con agua corriente pero que no llega a cinco cuadras de una plaza central”, reflexionó y repitió: convivir con la mortalidad infantil es duro. “Cuando se pierde un niño, se muere una parte de uno”, admitió. Por eso su orgullo fue llevar a cero la mortalidad infantil en 28 comunidades que abordaron.

Julio ya recibió 7 premios internacionales que le permitieron construir escuelas, potabilizar el agua y comprar materia terapéutico ortopédico. Es extraño, el reconocimiento sucede fuera de su país. “Pasa que yo denuncio y expongo, no tengo una mirada romántica de lo que hago. No tengo miedo de criticar el sistema. Por eso, no caigo bien”, explicó.

El trabajo no se termina nunca. Y preguntó, ¿alguien sabe que durante el tiempo previo a la pandemia hay chicos que tienen que recorrer 7 u 8 kilómetros para ir a la escuela?.

Julio tiene autismo. Expone con nombres, rostros, lugares e historias una problemática que para mucha gente son solo números. Está convencido que convivimos con muchas contradicciones. Cerramos negocios en la pandemia, pero por las fronteras circula mucha gente. Y está convencido que el coronavirus no se lleva más gente que la desnutrición.

Soy víctima del sistema, asegura. Lo perturba la exclusión, siente una ardorosa impotencia por la muerte de los niños. “Amo este espacio, pero no quiero que exista. Mientras lo haga es porque hay abandono de niños y niñas”.

(Fotos Facebook Caminos de Tiza)

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