Vive en el campo, cerca de Puerto Madryn. Tiene una vista privilegiada al Golfo Nuevo, se ven las ballenas a la distancia. Y si el día es calmo, se puede intuir la presencia de delfines.
Claudio Campagna se define como naturalista. O tal vez como una persona compasiva que incluye a todos los seres vivos. “Aunque eso suena muy religioso y no me caracteriza”, corrige sonriente en una charla con Vivian ‘Lulú’ Mathis en el programa radial Pausa.
Claudio es médico, conservacionista de especies y ambientes oceánicos, escritor e investigador de CONICET.
“No sé si soy un apasionado solo del mar. Me apasiona cualquier espacio natural”, mencionó y recordó que el primer acercamiento que tuvo a los animales marinos fue a través de los documentales del reconocido explorador francés, Jacques Cousteau.
Cuando era estudiante de medicina conoció Península Valdés. Dice que vio una riqueza que lo abrumó en el mejor sentido. En esa experiencia -que la consideró sublime– tomó la decisión de convertirse en un experto del comportamiento animal. Recuerda la fecha exacta: 10 de febrero de 1974.
Admite que hoy se siente muy preocupado por el nocivo vínculo que generó el ser humano en su entorno. “Me preocupa la sobre explotación, la escasa racionalidad con la que nos desenvolvemos, la falta de empatía, y que se hable de la naturaleza a partir de la valorización económica”, señaló aunque aclaró que la lista es mucho más extensa.
Claudio trabaja hace 20 años en áreas protegidas marinas del mar abierto. Decidió extender el concepto de protección al mar abierto porque muchos seres vivos dependen de esos espacios que son áreas enormes. La población de elefantes marinos se distribuye en dos o tres millones de kilómetros cuadrados. Y un animal puede tener un viaje de 12 mil kilómetros.
Impulsó la creación de dos parques de mar y cielo, Banco Burwood al sur de Malvinas y Yaganes, en el sur de Tierra del Fuego. Hay otro proyecto en el Congreso para la creación del tercer parque, el Área Marina Protegida Bentónica Agujero Azul, una superficie de 148 mil kilómetros cuadrados del fondo marino, que presenta una alta diversidad biológica. El área incluirá el sitio donde yacen los restos del submarino A.R.A San Juan y sus 44 tripulantes.
Está convencido de que nunca estuvimos en una relación tan grave con la naturaleza. El ser humano siempre ha extinguido especies, pero nunca en este nivel. “Y una con tanta desaprensión, en conocimiento de causa”, apuntó y agregó que, por este contexto, una virtud es la capacidad de valorar a los seres vivos por lo que son.
Por otra parte, entiende que la educación no ayuda mucho en este contexto porque se basa en la información y no en la capacitación del ser humano en ser más virtuoso y desarrollar así la compasión, la empatía. Considera que hoy no educamos para la virtud, lo hacemos para generar recursos económicos.
Dice que hay que hablar menos cuando suceden experiencias con seres vivos. Es importante tener una actitud contemplativa. «El lenguaje lleva a valorizar ciertas experiencias y con la suma de ellas se van formando las virtudes», definió.
“¿Por qué hago lo que hago? Porque tengo una nieta”, respondió indubitable. Se llama Gia Eloísa. Agregó que no quiere ser partícipe de un mundo que ellos nos van a criticar. No solo porque la vida será más difícil, «sino porque van a tener menos oportunidades de experimentar lo sublime”.
También dice que lo hace porque en este aspecto tiene una necesidad ética. No la tiene en todas las aristas de su vida. Pero en cuanto al respeto por la vida de cualquier ser vivo, sí y de manera absoluta. “Eso guía mis principios”.