Diana Arias y su pasión por rescatar historias de amor de inmigrantes

En un mundo arremolinado por relatos desahuciantes, Diana Arias dedica su vida a rescatar historias de amor. Descubre relatos de amor que van de la mano de la vulnerabilidad, no solo del vaho romántico. “No cuento que todo estuvo bien, que fueron felices y reían desde que se levantaban hasta que se dormían”, sintetiza. Son las historias valiosas para contar, como la de Vladimiro.

Vladimiro se vio obligado a comer cáscaras de papa podrida para sobrevivir en un campo de concentración de Bergen Belsen en 1944. En esa experiencia conoció a quién se convertiría luego en su mejor amigo. Comieron juntos haciendo arcadas y sobrevivieron. Llegaron a Argentina y sostuvieron el vínculo de amistad para toda la vida. “Aún en las peores circunstancias uno es libre de elegir la actitud que asume”, reflexiona Diana en Pausa, el programa que conduce Vivian ‘Lulú’ Mathis.

Vive en Tres Arroyos, una ciudad de 100.000 habitantes que define como luminosa y pujante. Tiene cerca el mar y protagoniza el campo en la vida económica de la comunidad.

Diana en la Feria del Libro

Su interés por la lectura se intensificó en la biblioteca pública de Oriente cuando era muy chica. Pasaba horas leyendo biografías. Mientras su hermana quería ver cómo funcionaba la cosechadora en el campo, ella se dirigía al espacio de los libros. Un día descubrió una cajita entelada con las cartas de amor de sus abuelos inmigrantes, Enriqueta y Alfredo.

“Mi abuela se casó tres veces. Mi abuelo fue el último. Con el tiempo, sentí la necesidad de escribir esa historia”, contó Diana sobre sus primeros pasos como rescatadora de relatos de amor.

La primera historia que recibió fue la de Nelly, una mujer danesa que se divorció en 1917 porque su marido era violento. El rey de Inglaterra tuvo que firmar la nulidad matrimonial y Nelly se fue junto a su hija a Argentina en barco. Fue a trabajar de institutriz en El Chaltén. Diana cuenta que un aborigen la llevó desde puerto San Julián hasta la Cordillera de los Andes. Con el paso del tiempo se muda a Buenos Aires y descubre al gran amor de su vida en un barco.

Diana disfruta mucho de estudiar la historia. Y especialmente las micro historias de inmigrantes. En una oportunidad recibió una de una pareja de japoneses que exigió estudiar el contexto histórico. Sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.

Shizuko Owaki y Shigejiro Kosaka se conocieron y enamoraron en China. Ella había ido a trabajar a una empresa de comunicaciones y él era un soldado. Se casaron en Manchuria y tuvieron una hija. En ese tiempo, Japón fue uno de los países derrotado en la guerra. “Los japoneses pasan a pasan a ser enemigos de los pueblos que se sentían vencedores”, explica Diana y agrega que Shizuko huye  caminando con su beba hacia Japón con 20 años.

Cuenta que se escondía en la selva durante el día y caminaba por la noche para que no la maten. Tenía que lograr que su hija no llore en el camino porque el resto del grupo consideraba que eso era una amenaza. En el recorrido, la pequeña se enferma y muere. Shizuko debe sepultarla con un profundo dolor a la vera del camino. Y continúa. Pasaron 6 meses hasta que se reencuentra con Shigejiro en un Japón destruido. Deciden apostar por la vida y tienen tres hijos. Entendieron también que el país tiene mucho dolo para ellos y migraron a Argentina.

La escritora publicó Amores de inmigrantes y Amores invencibles. Lleva más de 5.000 historias recibidas. Ama que la gente le escriba para contar sus historias. Admite que le palpita rápido el corazón cuando se acerca una nueva.