Kinshasa es la capital de la República Democrática del Congo. Se ubica a la orilla del río Congo, justo antes de encontrar su destino en las cataratas Livingstone. Luisina dice que la postal social de la zona urbana combina pobreza y riqueza extrema. Hay muchos habitantes por metro cuadrado y antes de iniciar la charla, se cortó el servicio eléctrico porque se satura el sistema.
Luisina Crespo es cordobesa y fundó Creer en Ellas, una organización social que surgió luego de descubrir las dolorosas realidades que atraviesan las mujeres congoleñas, como abandono, y maltrato. La propuesta consiste en acompañarlas a través de un centro de formación integral, empoderamiento y de reinserción social.
“Me encontré con un país muy violento, en temas simples y complejos también. El hombre es el que manda. Y la mujer está recluida y piensa que solo debe obedecer. No tiene la libertad de opinar o decidir sobre su vida. La violencia es brutal en todos los sentidos”, describió Luisiana.
Cuando llegó en 2017 se encontró con niños y niñas en un orfanato que le permitió descubrir una arista más reconfortante. Ella es licenciada en teatro, por lo que supo siempre que la música, el arte, el juego podían deshacer -por momentos- la tristeza que deambula por los rincones. Para Luisiana no es un sacrifico la tarea que hace. En realidad, es algo que le hace bien.
“Me encontré con un país muy violento, en donde el hombre es el que manda. Y la mujer está recluida y piensa que solo debe obedecer. No tiene la libertad de opinar o decidir sobre su vida»
Su vocación se despertó con plena claridad cuando estudiaba la licenciatura en teatro y en la calle de un día cualquiera se encontró con un grupo misionero. Ahí empezó una historia que la llevó a Haití y Costa de Marfil.
Los primeros pasos fueron muy exigentes. Los vínculos fueron fríos, distantes y la motivación estaba ausente en ellas. Después se generó confianza y se inició la transformación. “Empezaron a reconocerse y se animaron a hacerse cargo de cosas que hacen los hombres”, contó.
Cuando primero la vieron que agarraba un martillo para colgar algo se reían. “¿Pero por qué no puedo hacerlo?”, les preguntaba. De a poco se animaron y se dieron cuenta que nada se los impide. “La clave es hacer, no tanto hablar. Hay que mostrarles que se puede”, reflexionó.
“No sé cómo me ven los hombres. No me deben querer mucho, debo ser una loca para ellos”, dice y ríe. Aclara que a ella le permiten esa libertad porque es blanca y que se transforma en peligrosa cuando las congoleñas empiezan a imitarla. Admite que tuvo discusiones por hablar de igualdad y los derechos de las mujeres.
Las mujeres, por ejemplo, no pueden sentarse a tomar una cerveza en un bar. Si va es porque acompaña a un hombre. Los matrimonios son arreglados con la correspondiente dote. Si quieren estudiar, deben pedir permiso. “Es muy fuerte, no son libres”.
El orfanato de Kinshasa y el hospital están en el mismo predio. Luisina se involucró primero en el orfanato y luego empezó a trabajar en el proyecto para ser un puente con la sociedad. Explicó que las mujeres que cumplen 18 años deben irse del lugar y como la educación no es buena, “salir del orfanato es salir a la calle”.
Creer en Ellas acompaña la reinserción social. El equipo les entrega una formación integral para que puedan manejar su economía, su sexualidad, e incluso a cocinar con medidas se seguridad para evitar enfermedades. Una psicóloga las acompaña también para fortalecer el autoestima, para curar las heridas.
Nicole es congoleña y una muestra del sentido que tiene la organización. Estudió costura, diseño de indumentaria y está ahorrando dinero para viajar a Argentina. “La estamos animando. Es una buena motivación y ejemplo para sus compañeras. Ella no creía que podía. Y eso cambió”.
(Escucha parte de la entrevista radial)