Por Lorena Direnzo
Durante muchos años, Karina Borbalás ejerció como docente en nivel primario y hoy trabaja en el Instituto de Formación Docente de General Roca, en el valle rionegrino. Siempre tuvo una veta artística. Amaba dibujar, pintar, manipular cerámica e incluso, es joyera.
Con 45 años, su vida tomó otro rumbo tras realizar un curso de tatuajes. No solo graba diseños en la piel sino que se aboca especialmente a personas con cicatrices por quemaduras y a mujeres que han transitado mastectomías tras un diagnóstico de cáncer de mama. Su proyecto CicatrizARTE resume solidaridad, amor y acompañamiento.
Todo se gestó medio de casualidad. Karina se hizo un tatuaje y poco después, Ángel, su tatuador, le encargó los anillos de compromiso. “Pegamos buena onda y le pedí que le diera un curso a mi hija que siempre había estado interesada en los tatuajes. Me dijo que yo también tenía que sumarme por mi perfil”, contó esta roquense que, con solo 7 años, solía hacer dibujos con tinta china.

Poco después, cuando Angel cerró su estudio, le propuso a Karina abrir uno nuevo. Así incursionó del todo en el mundo tatoo. “Nunca pensé que me iba a volver tatuadora. Fue todo un tema en mi familia: de pronto, ‘mamá pasó de tener el guardapolvo a tener un estudio de tatuaje’”, bromeó.
En ese momento, siete años atrás, a su prima le diagnosticaron cáncer y le extirparon las dos mamas. “Me mostró cómo le había quedado la piel muda. Al sacarte la mama, desaparece la areola y el pezón y queda todo lisito. Ella me sugirió tatuarla una vez que se curara. Me puse a investigar cómo era la cirugía, si la prótesis iba por delante o detrás del músculo porque para tatuar, ese dato era importante”, recordó.
Indagó sobre la existencia de proyectos similares de ayuda a pacientes con cáncer en las redes sociales, intentó contactar a los responsables de varias iniciativas y solo le respondieron desde Madrid con quien aún hoy intercambia información.

Los datos la impulsaron. El cáncer de mama es el más frecuente a nivel global y la principal causa de muerte por cáncer entre las mujeres en todo el mundo. En Argentina representa el 35% de los cánceres en mujeres: se detectan más de 22 mil casos al año. Totalmente decidida, Karina armó el proyecto de CicatrizARTE, una iniciativa solidaria y gratuita destinada a reconstruir la areola mamaria y el pezón, a través de un tatuaje 3D a mujeres que hubieran transitado cáncer de mama.
«El tatuaje reemplaza una cicatriz por algo lindo. Levanta la autoestima. El ayudar a estas personas no tiene precio.»
Cuando apareció la primera interesada en tatuarse fue emocionante. “No soy tatuadora de realismo, pero esa primera experiencia fue fantástica. Ella se miró al espejo y dijo emocionada: ‘Tengo tetas, otra vez´. Todos los que estábamos ahí, nos largamos a llorar”, rememoró.
Las consultas suelen ser constantes, pero en muchos casos, las mujeres no se animan del todo a avanzar. Preguntan de qué se trata aún estando en tratamiento. Lo cierto es que transitar por tantos estudios, cirugías, curaciones y quimioterapia genera cansancio que se ve agudizado al mirarse al espejo. Las dudas sobran.

A partir de la iniciativa, muchos mastólogos se han contactado con el grupo que encabeza Karina agradeciendo el impacto anímico que tiene la iniciativa y que muchas mujeres de la región ya no deben viajar a Buenos Aires.
Ante la llegada de cada requerimiento, Karina indaga sobre la salud de la mujer interesada en tatuarse: qué tipo de cáncer tiene, si tiene prótesis o no, cuándo concluyó las sesiones de quimioterapia y por qué desea tatuarse.
“Hace poco, me cayó Laurita, una mujer de 76 años y me mostró que le habían sacado las dos lolas. Le pregunté para qué quería tatuarse y me explicó que estaba enamorada. Todas estas mujeres son tan agradecidas. La devolución es enorme”, destacó.

Karina es consciente de que más allá de la salud física, el estado anímico y la autoestima son fundamentales en la recuperación. “He tatuado a mucha gente quemada. Una chica de Cipolletti que tenía todo el cuerpo quemado me mandó un video entrando al mar con malla. Hacía años que no usaba. Verla tan contenta me hizo llorar”, admitió.
Contó que muchas mujeres sienten rechazo al mirarse al espejo. “El tatuaje -continuó- reemplaza una cicatriz por algo lindo. Levanta el autoestima. Estamos en una sociedad en la que pesa muchísimo la aceptación del otro. CicatrizARTE me hace feliz. No cobro un peso, pero se que hago algo por el otro que es irremplazable. El ayudar a estas personas no tiene precio”.
Cuando inició este camino, sentía miedo, pero ahora ya se siente tranquila, segura y feliz. Sabe que puede ayudar, acompañar y sacar una sonrisa de las mujeres, aún después de tanto dolor.












