Artista indígena y activista ambiental: “Nos enseñaron que los abuelos viven en nuestros pies, por eso debemos cuidar la tierra»

Wara Calpanchay es una joven cantante, actriz, activista medioambiental. Es también militante de la fraternidad y el amor. Cuando se despierta, agradece al sol y le habla a la tierra.

Wara tiene 18 años, vive en el barrio San José de la localidad jujeña de Palpalá y está cursando el último año del colegio secundario.

Dice con orgullo que es indígena. Y lo defiende abiertamente por ella y por su familia. “No quiero que se sientan mal por pertenecer a una comunidad, no quiero que sean discriminados”, señaló en una charla en Pausa con Vivian «Lulú» Mathis.

La talentosa artista pertenece a la comunidad de Susques, una zona de puna, desierto y mucho frío. Recuerda que el ambiente que la rodeaba de chica estaba compuesto de campo, cerros, mujeres tejedoras y copleros. “Y gente que camina de manera interminable para pastorear sus llamas”, agregó.

Su mamá, en cambio, es de las yungas, el lado verde de Jujuy. Una zona selvática donde se encuentra la comunidad guaraní. Su sangre es atacameña y guaraní. Asegura que de las dos comunidades aprendió lo mismo: el respeto a la tierra, a los otros y también a entender que todos somos uno. “Nos enseñaron que nuestros abuelos viven en nosotros en nuestros pies, por eso no tenemos que hacerle daño a la tierra”, definió.

Durante dos años Wara se ocupó junto a varios amigos de compartir la información sobre la crisis climática en las comunidades. Primero la miraron con extrañeza. Ella buscó la forma de llegar con el mensaje de la mejor forma. “En las comunidades no se hablaba de cambio climático o contaminación ambiental, pero se vive. Sufren las consecuencias”.

“En las comunidades no se hablaba de cambio climático o contaminación ambiental, pero se vive. Sufren las consecuencias”

Desde 2018 se convirtió en una ferviente activista medioambiental. Admite que hubo un momento en el que sintió una fuerte tensión interna porque “estaba hablando con datos e historia mientras a mi alrededores teníamos jóvenes que pasaban hambre. Y yo hablaba de que había que reciclar. Me sentí mal”.

Wara no se sintió cómoda con ese contraste y decidió tomarse una pausa. Pensó que era demasiada responsabilidad para una joven cargar con la idea de salvar al mundo. De hecho sostiene que los jóvenes reciben una pesada presión de la sociedad con esa idea de que son el futuro.

Entendió también el valor de las pequeñas acciones. Si hago algo bueno para la humanidad -reflexionó- “otros también lo van a hacer”.

Entre las preocupaciones que considera más relevantes, siente que estamos perdiendo el amor afectivo. El del tacto, de abrazarte, mirar a los ojos y decirte cuanto te quiero. “Por ahí lo hacemos, pero cuando se muere ese ser querido y lo posteamos para las redes sociales”, reflexionó.

Wara recuerda siempre a su abuela con mucho cariño. Se nota que la extraña. Se llamaba Audelina, una mujer alegre, amorosa y tejedora. Le encantaba pastear llamas. Dice que fue una fuente de inspiración para ella; “soy medio parecida a ella”, dijo y sonrió.

Lamentablemente los y las jóvenes sienten discriminación cuando llegan a las ciudades populosas. Y también sucede que “uno como indígena se pone mucha carga y nos plantamos en un lugar de víctima. Es cierto que hemos sufrido pero también hay que sentirse orgulloso de lo que somos. Para eso es importante educarse, estudiar, y después volver a la tierra para aportar todo lo aprendido”.

Escucha la entrevista en Pausa