La historia de la flautista que inspiró la creación de una orquesta que visita hospitales y geriátricos

Música para el Alma nació después la larga enfermedad que debió atravesar María Eugenia Rubio. Su pareja, Jorge Bergero -chelista de la Orquesta Sinfónica Nacional y la Filarmónica del Teatro Colón- la acompañó con música durante el último año de vida. A raíz de esa experiencia, creó una orquesta que hoy tiene más de 2.500 integrantes. En 7 años, realizaron más de 400 conciertos. “La historia con María Eugenia me permitió tomar real dimensión de lo que significa la música para las personas”, reconoció.

Música para el Alma nació después de un profundo dolor. María Eugenia Rubio nació en Trenque Lauquen, integró la orquesta juvenil del Teatro Colón, después el elenco estable. También formó parte de la orquesta Juan de Dios Filiberto. Su amor por la música nació apenas pudo llegar –en puntas de pie- con la mirada a la tapa del piano de su madre, Marisa, y con el tiempo transformó la flauta traversa en su mejor expresión. Pero la vida la tomó por sorpresa -y zamarreó- cuando le informaron que sufría un cáncer.

“Cuando María Eugenia empezó a vivir la enfermedad, la acompañamos con música durante su último año de vida. Y así nació Música para el Alma. La experiencia me permitió tomar real dimensión de lo que significa la música”, cuenta con emoción Jorge Bergero, chelista y pareja de María Eugenia cuando falleció en diciembre de 2011.

A partir de la dolorosa historia, Jorge decidió trasladar la música que sucede en destacados teatros a personas que atraviesan situaciones difíciles en un hospital, o en un hogar de ancianos. Y los retratos son imborrables. Un abuelo que llegó al país desde Italia recibe en el geriátrico a un tenor que le canta canción napolitana de 1898, O Sole Mío, junto a su cama. Sus ojos se llenan de lágrimas. Y una niña en un hospital en Río Negro se encuentra con la orquesta que celebra su cumpleaños. Sentada en silla de ruedas, su rostro se ilumina con una amplia sonrisa y aplaude.

“Las experiencias de conexión son muy profundas, nos hace muy bien hacerlo”, reconoce el chelista nacido en Córdoba, y aclara –con orgullo- que Música para El Alma comenzó con 10 músicos y ahora cuenta con más de 2500. En 7 años, realizaron más de 400 conciertos.

Sonrisas, abrazos y lágrimas. Eso es lo que recibe la orquesta cada vez que se presenta en un hospital, o un geriátrico. “Recibimos tanto, salgo flotando de los lugares dónde tocamos. La gente se emociona y lo transmite con mucha calidez. Nos preguntan cuándo volvemos”, cuenta Jorge.

Música para el Alma no para de crecer. Ahora, el objetivo es formar una red mundial musical solidaria de conciertos. No sólo de orquestas clásicas, también con músicos que hacen distintos géneros como tango, folklore. “La música levanta el espíritu, por eso esta idea crece tanto”, reconoce. Los músicos que integran este proyecto se organizaron en una asociación civil y a través de la página www.musicaparaelalma.org se suman músicos de todo el mundo.

Jorge repite, constante, la influencia de María Eugenia en las huellas de Música para el Alma. “Adquirimos una nueva conciencia sobre lo que genera la música. Yo tomé real dimensión después de lo que me pasó con ella”, describe. Cuando María Eugenia murió, la periodista Ana María Ford escribió para el diario La Opinión un detallado y sensible camino por la vida de la joven y talentosa música de Trenque Lauquen. En el final de la nota, Ana María cierra con una idea que sintetiza su legado, la vida de Jorge, Música para el Alma, el abuelo y la niña: “cuánta vida desnudada por la muerte”.

Por Daniel F. Pardo