La industria de la moda es la segunda más contaminante en el mundo. El proceso de fabricación de una remera tradicional -de la planta de algodón a la tela- requiere 5.000 litros de agua. La industria produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y transportes marítimos internacionales juntos.
“Es alarmante”, reflexiona María Camila González desde la encantadora Bogota, Colombia. Ella es la joven creadora de Antia, un emprendimiento que busca modificar esa preocupante ecuación.
La idea se gestó en los silencios de la pandemia. “Mis padres son empresarios, en la familia siempre hubo chispa de emprendimiento. Y yo quise hacer algo. Primero fue para mí y mis amigos me decían que era un negocio muy chévere porque tiene un propósito y un mensaje positivo”, contó Camila.
Cada remera de Antia está hecha de 6 botellas de plástico y algodón recuperado. Primero se higienizan las botellas, se pican hasta lograr un hilo muy delgado, como un cabello. Se une el material con la mota o hilaza del algodón recuperado y eso permite obtener las telas. Lo define como un proceso mágico y eco amigable.
La recolección de las botellas se realiza a través de otra empresa. No todas se pueden usar, solo las transparentes o verdes.
Además, las etiquetas de las remeras tienen semillas del Guayacán, un árbol nativo de flores amarillas. “Las sembramos y crecen de acuerdo al amor que le tengamos”, define con una remera en sus manos.
El crecimiento del emprendimiento fue rápido. Lleva apenas un año y Camila puede asegurar que la gente se siente atraída por el cambio de los procesos de fabricación a esta opción más amigable.
“Es que la contaminación por la moda es preocupante. Eso es el fast fashion. Ahora vamos al fashion revolution. La moda sostenible es también lograr proceso más cortos”, comentó.
De acuerdo al informe de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, lo que equivale a tres millones de barriles de petróleo. Y el rubro del vestido utiliza 93 millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas.
Por otra parte, Camila destacó la importancia del trabajo ético, justo. Dice que las grandes industrias de la moda no garantizan dignidad laboral. De eso también se trata la moda sostenible, ética. Para ella, el emprendimiento debe lograr un equilibrio entre el compromiso con la parte económica, ambiental y social.
Hoy trabajan 10 personas en su emprendimiento que se ocupan de la confección, diseños y bordados. Y de la paquetería de envío. Se comercializa solo en Colombia aunque sabe que las remeras de Antia ya son conocidas en México y Estados Unidos.
Su trabajo no se detiene. Y tampoco sus sueños. Imagina primero abrir un local propio en su país y -luego- en distintos puntos del mundo.