Marco Rodari, «Il Pimpa», nació en la ciudad italiana de Leggiuno, es clown y tiene una misión muy especial: hace reír a los niños de la guerra.
En una charla con Cambian el Mundo, Marco contó la experiencia conmovedora y malabarística de transformar ambientes y encender la magia en asfixiados pasillos lúgubres que respiran terror. Desde 2009 Marco lo hace en territorios en crisis: Gaza, Siria, Irak y nueve veces en Ucrania. Su estímulo es contundente: «Un niño al que regalas maravillas, será un sano portador de paz”.
La historia de este camino para Marco comenzó en 2005, a los 18 años en Milán. “Empecé a ser un payaso mayor de edad cuando vi que en el contexto del hospital mi forma de ser, de payaso, funcionaba bien con los niños que estaban enfermos”, describió. De chico sabía que tenía el don de hacer sonreír sin esfuerzo.
Junto a misioneros y organizaciones sociales recorre las partes del mundo que sufren más para dibujar sonrisas en pequeños rostros. En su juventud se nutrió de intensas experiencias, como la del Ambulaclaun de Margherito, histórico clown terapeuta de Bérgamo a quien lo considera su maestro. Con él recorrió Italia durante terremotos e inundaciones.
Con el paso del tiempo y el deambular por el mundo, Marco se radicó en Oriente Medio en donde logró trabajar de su pasión, clown. Lo hace a tiempo completo desde hace años en Gaza, Siria, Irak y Egipto. Dijo que es difícil no enfrentarse a la guerra si vivís en esa parte del mundo. “Después del primer bombardeo, algo cambió en mi”, admitió.
Contó que la posibilidad de viajar a Ucrania nació por la invitación que le hizo el sacerdote italiano Igor, su amigo. La propuesta fue llevar a Lviv alimentos y sonrisas. “Llegué con la experiencia de Irak y Siria, uso mis habilidades con estos niños que tienen que huir de la guerra”.
Se presentó en un salón de Rudne, un pueblo cercano a Lviv, donde se reunieron niños y niñas que debieron despegarse de sus padres y alejarse de las bombas.
Marco se viste rápido con los vistosos atuendos porque en lugares donde sucede la guerra no hay tiempo para desperdiciar y utiliza poco maquillaje porque está acostumbrado a zonas de altas temperaturas. Luego llegan los trucos de magia y la construcción instantánea de un mundo colorido que interrumpe la desagradable monotonía que provoca el miedo en el aire y las sirenas.
Para Marco la contribución que hace cuando se convierte en clown es devolver la posibilidad a los niños y niñas de maravillarse y sonreír, “sentirse vivos, que a menudo están siempre asustados. No hablan, están cerrados. Y luego el hecho de que vuelvan a sonreír trae alegrías aún mayores”.
Marco tiene muy claro que la devolución por su servicio es muy generosa. «Cuando un niño ríe es la realización más hermosa. Sentís que hiciste algo bueno ese día. Y es la comprensión de que puedo generar alegría y un cuidado maravilloso”.