La historia del profesor que reparte libros sobre burros a niños de zonas rurales de Colombia

Luis Soriano no puede creer aún que la idea que sembró hace 21 años en el norte de Colombia se rescate y valore en distintos lugares del mundo. Los elogios viajan a una fuerza emocionante para él. Primero, cuando todo comenzó, tuvo que afrontar las burlas, sus vecinos creían que se había vuelto loco. ¿Trasladar libros sobre burros para los chicos del interior de Magdalena?; le preguntaban con insistencia. Él estuvo siempre convencido. Por eso, hoy, el reconocimiento le genera una especial emoción.

El Biblioburro, la biblioteca rural itinerante que distribuye libros en dos burros, Alfa y Beto, nació el 5 de abril de 1997. “Poder mostrar a los niños y niñas de bajos recursos una ventana mágica a través de los libros es una gran alegría. Es una forma de incentivar la imaginación”, contó Luis, que es maestro rural e hijo de campesinos. “Me di cuenta que los alumnos no podían hacer las tareas porque no tenían libros. Yo sí tenía. Entonces empecé a llevarlos a pie. Después, comencé con un burro. Así empezó todo”, recuerda.

El Biblioburro recorre 20 kilómetros cada vez que sale de su casa. La distancia máxima es de 28 kilómetros alrededor de la Gloria, en el departamento de Magdalena. Llegan con los libros a otras comunidades y vuelven a los dos días, así los burros tienen tiempo para descansar. El bosque es muy seco y las temperaturas oscilan entre los 32 y 37 grados, describe Luis. Su día comienza a las 3 de la mañana hasta las 9 de la noche, “y a veces no me alcanza”, reconoce.

«Poder mostrar a los niños y niñas de bajos recursos una ventana mágica a través de los libros es una gran alegría. Es una forma de incentivar la imaginación”, contó Luis

En la historia del Biblioburro -que hoy se multiplica en distintos lugares del país- hubo episodios difíciles para Luis. Debió afrontar los altos niveles de violencia y tensión en el territorio en el conflicto con las guerrillas. “Mi familia puso el grito en el cielo, no querían que lo siguiera haciendo porque podía morir. Después, mucha gente vino a pedirme que siga, que los chicos lo necesitaban, así que volví. Pero sabía que mi vida estaba en riesgo”, describe.

Luis reconoce con orgullo que, después de tanto tiempo, algunas cosas mejoraron. Por ejemplo, la cantidad de personas analfabetas en la región. Hoy –según Luis- no supera el 5% cuando antes era del 85. Los chicos que iban a la primaria tenían entre 18 y 21 años; hoy no. Ahora son los chicos de 6 años los que están en primer grado.

El criterio de distribución de los libros está muy claro para Luis. Las niñas y niños que viven cerca de la ruta ven autos, entran en contacto con gente que no conocían y eso les deja una enseñanza. En cambio, aquellos que viven a 15 o 20 kilómetros de la ruta, ¿Quién les enseña?, se pregunta y agrega que, además, son chicos que vivieron situaciones muy violentas, terribles. “Vamos a cultivar colombianos con mentalidad crítica, constructiva y mucha imaginación”, define con determinación.

“Fue una bendición el reconocimiento”, dice el sensible autor del Biblioburro cuando recuerda, inevitablemente, los agrios momentos cuando lo trataron de loco, o las burlas de sus amigos y vecinos. “Por suerte, ahora no soy yo solo”, reconoce con una amplia sonrisa.

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