Por Lorena Direnzo
¿Por qué a una planta de exterior le damos todos los nutrientes que necesita, pero a una planta de interior simplemente la regamos? Este interrogante fue el punto de partida de los chicos de sexto año de la escuela agrotécnica de Guaymallén, en Mendoza.
Un torbellino de ideas se propuso rastrear necesidades de la comunidad en base a los llamados “objetivos de desarrollo sustentable”. Primero surgió la posibilidad de elaborar jabón líquido a partir de aceite reutilizado, pero la falta de insumos, instalaciones y saberes desestimaron esa idea. En un momento, alguien sugirió realizar un fertilizante en pastillas para plantas de interior. ¿Cómo? Nada menos que con residuos.
“Llamativamente las plantas de exterior reciben todo tipo de abono, como fósforo y nitrato, pero a la planta de interior es raro que se le eche algo, excepto agua”, comentó el docente Juan Pablo Oliver, a cargo de la materia Mercado y Comercialización y coordinador del proyecto escolar al que llamaron «Green Boost» (Impulso verde) que fue presentado ante la organización Junior Achievement.

Con el asesoramiento de otros dos profesores, Carlos González y Miriam Mariani, los chicos fueron seleccionando los ingredientes infaltables del producto: cáscara de huevo, café, yerba, cáscara de banana y aglutinante (para unir todo). “Cada ingrediente aporta algo, pero con los prototipos fuimos agregando otras cosas, como la ceniza. Toda la materia orgánica se deseca al sol en la escuela, para que no pierda sus propiedades”, resumió Bautista Joaquín Mariani, de 18 años, estudiante de la escuela 4025 de Los Corralitos.
A prueba y error, llegaron al producto final. Cada acierto se celebraba como si fuera el último. El proceso continuó con una evaluación exhaustiva de los beneficios en las plantas, comparando el crecimiento de los ejemplares que recibían el fertilizante de aquellos que no. Las diferencias fueron notables. Comprobaron que la pastilla genera más fuerza en el crecimiento, con plantas más firmes, erguidas, frondosas y con un verde más intenso. “Está más saludable que si solo se le echara agua. Los tallos están más firmes y las hojas más brillantes”, concluyeron.
“No hemos encontrado ningún otro producto que esté dosificado para plantas de interior. Generalmente son fertilizantes grandes que están hechos para grandes plantaciones. Tenemos la mala creencia de que las plantas de interior, con el simple hecho de regarlas, ya estarán en buenas condiciones y no es del todo cierto”, señaló Bautista y agregó: “Aunque esté en una maceta con tierra, en algún momento se acabarán esos nutrientes y minerales. Ahí apostamos con Green Boost”.

La escuela donde nació el proyecto es técnica agraria y está ubicada en una zona rural. “Es una escuela fascinante que tiene una viña, una bodega y un laboratorio. Se elaboran muchos productos regionales, desde licores hasta aceitunas vino Malbec.
El fertilizante lo elaboraron pidiendo a la comunidad que aporte residuos como la borra del café, cáscaras de huevo, yerba mate. Todo orgánico. Con eso hacen una mezcla que se coloca en pequeños moldes circulares. Se hacen pastillas de uno y tres centímetros de diámetro”, detalló Oliver que a pesar de sus 23 años de experiencia en la docencia, no deja de sorprenderse con el impacto que generó esta iniciativa.
El producto, aclaró, está estacionado y “la fórmula es secreta, según acordaron los chicos”. Desde la presentación, varias empresas, entre ellas YPF, se contactaron con los jóvenes productores para pedir fertilizantes a fin de ofrecerlos en sus puntos de venta.

“También nos invitaron a exponer el producto en la Expo Apícola en Lavalle. Lo cierto es que todavía no dimensionamos este proyecto escolar. Superó la expectativa y puede generar una fuente laboral a futuro”, indicó Oliver.
Por su parte, Bautista valoró que “después de tanto esfuerzo y complicaciones, estamos orgullosos de nuestro trabajo. No somos del todo conscientes del impacto que genera nuestro producto, pero sabemos que aportamos nuestro granito de arena para hacer del mundo un lugar un poco mejor, concientizando a la gente de que la materia orgánica no es basura y le podemos dar un gran uso”.
Este joven que aspira a estudiar Ingeniería Química y brindar clases de running una vez que termine la secundaria celebró también el trabajo en equipo de los 47 estudiantes: “Logramos organizarnos y trabajamos de manera seria. No solo nos llevamos conocimientos sino valores”.