Dos jóvenes diseñaron una prótesis de pierna robótica y aspiran a su producción

Por Lorena Direnzo 
Cuando Juan Cruz transitaba la secundaria en la Técnica 6 de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, conoció el proyecto de otros alumnos basado en una silla de ruedas motorizada. En ese mismo momento, casualmente, tomó contacto con una persona que había perdido la mitad de su pierna en un accidente. Por eso, cuando llegó su momento de presentar su propio proyecto en el colegio propuso diseñar una prótesis robótica. Pero se prometió a sí mismo que esa iniciativa trascendería el papel. Hoy, está a un solo paso de concretarlo.
Neuroflex es el nombre del proyecto y a través de esta prótesis robótica, personas con una amputación en un miembro inferior podrían volver a caminar, subir y bajar escaleras e incluso, correr. Sin necesidad de una muleta.
«Desde un primer momento, la idea fue llevar adelante el proyecto. Que no solo se tratara de aprobar la materia», cuenta Juan Cruz Petazzi Cardetti, de 20 años. Si bien gran parte del trabajo se llevó a cabo en la secundaria, siguió perfeccionándolo una vez que ingresó a la carrera Ingeniería en Sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional en Rosario.
La tecnología le interesó desde muy pequeño. En la secundaria fue atrapado por la electrónica, pero también lo seducía la programación, por eso se inclinó a la Ingeniería en Sistemas. En las primeras cursadas, conoció a Santino Ripacolli, de Corral de Bustos, en Córdoba, que rápidamente se sumó al equipo de trabajo.
Juan Cruz dice que ayudar los motiva
En estos dos años de la carrera, admite Juan Cruz, adquirieron conocimientos en programación, pero en gran parte, lo ayudaron sus conocimientos en electrónica adquiridos en el secundario.
¿Por qué una prótesis robótica? Juan Cruz es contundente: «Podríamos mejorar la vida de muchísimas personas. Lo cierto es que no tenemos esa dificultad y ni conocemos a alguien que la tenga. Pero sabemos que hay muchas personas con discapacidades. Saber que podríamos ayudar es motivador. Es lo que más nos motiva a seguir trabajando».

Cómo funciona

La prótesis está destinada a personas con una amputación transfemoral aunque deben conservar la movilidad en la pierna. No pesa más de 5 kilos y es controlada por un microcontrolador que interpreta señales electromiográficas de la persona para generar movimiento. Funcionaría a base de una batería que se insertaría en el muñón, a través de una funda de silicona.
“La prótesis es controlada por las señales del cerebro. Los sensores en el resto de la pierna captan las señales eléctricas que el cerebro envía para controlar el movimiento. Esas señales, a la vez, se transmiten a la prótesis que mueven las articulaciones de la rodilla y el tobillo”, detallan los jóvenes. De este forma, la prótesis devolvería la motricidad a la persona.
El proyecto está en etapa de prototipo
Juan Cruz reconoce que, en un primer momento, debió investigar sobre el funcionamiento de las señales: “Era algo que desconocíamos al cien por ciento, pero en base a entender, pudimos saber cómo trabajarlas y enfrentar dificultades que surgieron después. Y llegó el momento de volcarnos a la biomecánica para entender la mecánica del movimiento humano, de la marcha”.
En Argentina no se fabrican prótesis robóticas de este estilo, solo las ortopédicas que son fijas. Las motorizadas se producen en países como España, Francia, Estados Unidos y México, pero la diferencia de valores entre lo que costaría una producción local -estimada en menos de 10 mil dólares, según el tamaño de la persona- y las importadas -30 mil dólares- es abismal. A esto se suman los valores de importación.
Hoy, el proyecto se encuentra en etapa de prototipado (la prótesis está impresa en 3D) y sus impulsores avanzan para llevarlo al MVP (Producto Mínimo Viable), es decir elaborar el producto para verificar su funcionamiento en una persona. El paso siguiente será buscar la certificación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat).
El material usado en la prótesis será fibra de carbono ya que es un material bueno, ligero y resistente al impacto. Además es accesible y se vende en Argentina. La mayoría de las prótesis robóticas son de este material, con excepción de algunas de titanio.
Los jóvenes buscan dar el siguiente paso con el proyecto
Los jóvenes valoran haber avanzado tanto con el proyecto en tan poco tiempo, en medio del estudio. De parciales y más parciales. El desafío es terminar la carrera, pero también concretar el proyecto en un año y medio o, al menos, dos. “Tiene proyección, sabemos que es un producto que tendrá demanda”, dicen convencidos.
Juan Cruz sueña despierto y lo cierto es que están a un paso de lograrlo. “Vamos a llevar este proyecto a un producto que pueda usar la gente. Ayudaríamos a muchas vidas. Muchas personas podrían volver a caminar. El otro día un traumatólogo nos ofreció ayuda al igual que los profesionales de la carrera de Órtesis y Prótesis de la Universidad de Rosario. Nosotros conocemos la parte técnica, ellos tienen la mirada del problema”, concluyó.

La búsqueda de inversores en Israel

Los jóvenes presentaron Neuroflex en el certamen ILAN a la Innovación Universitaria UTN 2025, un concurso de proyectos innovadores presentados por estudiantes de la universidad, en forma individual o a través de equipos. El concurso premia la innovación al impacto ambiental y social.

Y esta iniciativa fue seleccionada entre las 10 finalistas provenientes de seis facultades regionales de la Universidad Tecnológica Nacional. El siguiente paso fue defender el proyecto frente a un jurado técnico y los rosarinos por adopción lograron pasar a la final en la sede de Buenos Aires.

La prótesis es controlada por las señales del cerebro
Quedaron entre los tres primeros puestos, con la posibilidad de representar a Argentina en Israel del 17 al 25 de julio, junto a los mejores proyectos de América Latina, en una misión internacional de formación, networking y visibilidad global. Pero el premio solo contempla el viaje de un solo integrante.
“Viajar implica seguir capacitándonos. Allá estarán las mayores startups del mundo. Nuestro proyecto, al ser un negocio tecnológico, tiene potencia de crecimiento y queremos aprender como sería el desarrollo. Ir nos permitiría conseguir inversores para costear la producción”, advierte Santino.
Juan Cruz explica que “el servomotor -el motor eléctrico que hace accionar partes de una maquina con alta eficiencia y precisión- son caros. Debe tener resistencia al peso de la persona y por lo que tiene que mover. Estaremos entre 2.500 y 3.000 dólares. Después será el momento de llevarla a escala humana. El prototipo tiene unos 30 centímetros; y a escala humana serán 45, 50 centímetros”.
Los jóvenes necesitan reunir 3.000 dólares. Mucha gente está colaborando a través del alias viaje.israel.utn.