Pedaleó con su hijo 28.000 km y promueve el tándem para personas con discapacidad

Un proverbio chino circula con frecuencia en los pensamientos de Juan Zemborain. La sentencia reza: ‘ten cuidado con lo que deseas, puede que se haga realidad’. De chico siempre pidió viajar mucho. Y también no estar solo porque su padre murió cuando tenía apenas 12 años. Su hijo Santiago requiere hoy de atención constante y pasan mucho tiempo juntos sobre ruedas. “No estoy solo y viajamos un montón”, asegura satisfecho.

Juan creó Empujando Límites, una asociación civil sin fines de lucro que trabaja en la inclusión de personas con discapacidad a través del ciclismo en tándem. El impulsor para darle forma a esta organización fue la exploración de Juan con su hijo Santiago con TGD (trastorno del espectro autista).

“Yo rezaba para que encontremos algo que nos divierta con Santi. La infancia y la adolescencia fueron difíciles. Y todos queremos que nuestros hijos sean felices pero si yo dejo de ser feliz para darle felicidad a ellos, mis padres no están cumpliendo su sueño”, reflexionó en el programa radial Pausa que conduce Vivian ‘Lulú’ Mathis.

De niño, Santiago -que tiene hipotomía muscular- pedaleaba su triciclo mientras Juan caminaba detrás. Le sorprendía el gran sentido de la orientación que tenía su hijo porque por más trucos que inventara, siempre terminaban en el quiosco. “La vida me fue llevando a otro lugar y ahora lo hacemos en tándem. Nos mira todo el mundo, antes no pasaba eso”, comentó.

Juan advierte que la experiencia de hacer ciclismo en tándem despierta sonrisas en la gente porque es un registro que los lleva a la niñez. Si bien es una herramienta de inclusión terapéutica, apunta, también es un juguete.

Padre e hijo ya llevan 28.000 kilómetros recorridos en tándem. “Es conexión”, define luego de buscar por unos segundos la palabra exacta. Es cuando los dos están bien, cuando la vida es más sencilla. El mundo se hace más difícil cuando se bajan de la bicicleta. 

Cuando le dijeron a Juan que Santi tenía hipotonía muscular (disminución del tono muscular) pensó que lo mejor era entrenar. Entonces compró un triciclo para que pueda pedalear en Chapadmalal y eso siempre le gustó. Después probó con el karting y el siguiente paso fue la bicicleta con rueditas. “Su postura cambió, las piernas se pusieron fuertes y el semblante frente a la vida fue cambiando también”, destacó.

El problema era poder frenarlo. Un día en el colegio al que asistía su hija, Ana, una persona habló de los viajes de aventura. Entonces Juan le contó la situación que vivía con su hijo y le compartió una respuesta clave: el tándem. Ese día cambió su vida. Primero probó con un tándem playero que  alquiló en Miramar. Al año siguiente repitieron la experiencia hasta que dio con la persona que las fabricaba. “Teníamos momentos de felicidad absoluta. Cuando pasábamos los 30 kilómetros estas flotando, sin hacer esfuerzo y te olvidas que estas pedaleando”, describe.

Juan recuerda una anécdota increíble que sucedió cuando Santi tenía 7 años. En uno de esos momentos difíciles, lo arengó a lanzarse solo y le dijo que tenía que hacerlo “porque a tus 15 años vamos a cruzar la Cordillera de Los Andes”. Enseguida se cuestionó lo que había dicho. Y después de pensarlo uno poco, se preguntó ‘por qué no’. Sin querer había lanzado una flecha para los dos. De hecho, dos días antes de que Santi cumpliera 16 años llegaron al Océano Pacífico, cumpliendo con su promesa que fue formulada de forma casi inconsciente. Fueron 8 días de aventura.

La herramienta tándem es una respuesta para las personas que no pueden bicicletear solos. En Argentina no hay de aluminio, sí de hierro y son muy pesadas. “Por ejemplo, una madre con su hijo con síndrome de down, excedido en peso, no puede hacer más de un par de cuadras. Y el éxito de esta iniciativa es la constancia».

Un día alguien le dijo a Juan que tenía que contar lo que hacía con Santi. Y ahí creó una cuenta de Instagram para publicar cada salida en tándem. Fueron publicaciones simples que tuvieron una notable repercusión. Empezó a recibir consultas sobre cómo conseguir ese tipo de bicicleta. “Con solo contar lo que haces, ayudas un montón y das ideas a los demás”, destacó y contó que a partir de estas publicaciones empezó a sentirse más acompañado y así se armó una red.

Empujando límites tiene un sistema para colaborar con familias que demandan una bicicleta en tándem para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad. El panorama no es tan simple -señala Juan- porque las empresas de ciclismo del país tienen todo tipo de bicis salvo las tándem de aluminio. Por eso tienen que traerlas del exterior. Gracias a un aporte de las empresas Zurich y Fortabat, el año pasado donaron 30 en todo el país. “Es una donación con cargo”, apunta Juan y agrega que ese cargo es compromiso; “tenes que usarlo con casco, disfrutarlo, mantenerlo en condiciones, promover su uso y subir cada salida al sistema que tenemos”.

La asociación busca empresas de todo el país que quieran donar para este fin. “Tenemos embajadores en todos lados”, destacó. Juan dice con orgullo que hoy están llegando del exterior 69 bicicletas tándem en un container para donar en distintos ciudades del país. 

“El ciclismo en tándem con Santi nos conectó de una manera que jamas hubiéramos imaginado. Yo muestro cuál fue nuestro camino hacia la felicidad. Es una manera, seguramente hay otras. No hay nada que perder”, dijo convencido.