Oded Grajew está convencido de que una forma de sentir que la vida no fue desperdiciada es haber sido un agente de cambio para mejorar la calidad de vida de otras personas. Para él, eso es valioso, precioso. Considera que es la mejor recompensa que una persona puede tener.
Oded nació en Tel-Aviv aunque la mayor parte de su vida la vivió en San Pablo, Brasil. Fue creador de la fábrica de juguetes Grow y desde siempre quiso cambiar el mundo. Participó de la fundación del Instituto Ethos de Empresas y Responsabilidad Social, y fue uno de los ideólogos del Foro Social Mundial.
En su visita a San Carlos de Bariloche (Río Negro, Argentina) se refirió a uno de los temas que considera más relevante. “La desigualdad es la injusticia. Es una diferencia que no es natural, es construida”, definió en el programa radial Pausa que conduce Vivian ‘Lulú’ Mathis.
Muchos dirigentes hablan del tema pero pocos pueden provocar un cambio real. Para Oded, es difícil «porque significa la distribución de poder y riqueza. Y esas personas que lo tienen, no quieren que suceda. Tienen una riqueza mucho mayor de la que necesitan y tienen el poder de bloquear acciones que pueden reducir la desigualdad”. Es que -continúa- las personas que tienen más riqueza, tienen poder sobre la política.
“La injusticia tiene que ser combatida porque no es humana”, insiste.
Sobre la desigualdad actual en el mundo, el empresario comentó que está creciendo, pero no en todos los países. Algunos decidieron reducir esa brecha. Opina que para que el colectivo humano tenga éxito necesita de relaciones armoniosas entre las personas. “Y la desigualdad provoca la desarmonía, eso amenaza a cualquier sociedad. Por eso hay tantos conflictos en el mundo”, destacó.
Según la organización Oxfam, el 99% de la población mundial posee menos riqueza que el 1% más pudiente de la población del planeta. Y 3.600 millones de personas en el mundo poseían, en 2015, igual riqueza que 62 personas ricas.
«A veces me decían que estas ideas eran más para Suecia, que la cultura es distinta. Eso no es verdad»
Considera que para avanzar en la lucha contra la desigualdad primero hay que conocerla. Para eso hay que trabajar sobre indicadores. En San Pablo se hizo el trabajo y los resultados fueron impactantes. Oded compartió un caso nada menor. La diferencia entre vivir en un barrio pobre y otro rico en cuanto a la esperanza de vida es 25 años. Por eso -apuntó- es importante tener conocimiento primero y sensibilidad política.
Para el creador del Instituto Ethos, el camino es claro: indicadores, metas y evaluaciones.
“¿Por qué nos cuesta tanto luchar contra la desigualdad? Porque los dirigentes políticos no tienen noción del mal que provoca la desigualdad. Los conflictos que genera, construye una sociedad dividida en castas. La injusticia causa la furia de las personas”.
Los países nórdicos han demostrado que la transformación es posible. Cuando Oded preguntó por qué lo lograron, la respuesta fue clara, “hubo consenso”. También la confianza y la transparencia fueron claves. Pasaron de sufrir la pobreza a lograr que todas las personas tengan una buena calidad de vida. Hay que revisar los presupuestos de cualquier ciudad o provincia. Ahí -señala- se ve si existe voluntad de reducir la desigualdad.
“Siempre me interesó hacer algo para la comunidad. Miraba la pobreza de los otros y no lo tomaba como algo natural. En los colegios me lo cuestionaba. En algún momento la esclavitud fue considerada natural. También que las mujeres no pudieran votar. Con el tiempo la gente se preguntará cómo convivíamos con esta desigualdad”, reflexionó.
Oded también fue asesor durante un año en la primera presidencia de Lula Da Silva para el programa Hambre Cero.
Considera que en su empresa entendió que se puede reducir la desigualdad y que eso hace bien a la empresa y a los trabajadores. “No importa donde estés, es una cuestión de voluntad. A veces me decían que estas ideas eran más para Suecia, que la cultura es distinta. Eso no es verdad”, dijo convencido.
Mahatma Gandhi, Dalai Lama y Martin Luther King son sus ejemplos porque dedicaron la vida a mejorar la de otros de una forma coherente. Porque una cosa es hablar y otra hacer (esta es para valientes). “Es peligroso hablar de reducir la desigualdad. Te metes con el poder. Por eso los admiro, además de algunos líderes sociales en Brasil. Es gente que hace y ya demostró que es posible un cambio. No es un sueño”.