Irene Wais: “Dicen que los biólogos somos románticos. Y no, acá está en juego la supervivencia humana”

La American Psychology Association (APA) describe la ecoansiedad como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”.

Irene Wais es profesora universitaria de grado y posgrado, bióloga por la Universidad de Buenos Aires y especializada en ecología (Oregon State University, USA) y posgrado internacional en Evaluación de Impactos Ambientales (Universidad Nacional Autónoma de México). Asegura que ve ese temor a diario en sus alumnos. “Es que estamos viviendo una ventana de oportunidad muy pequeña para resolver los problemas más críticos y los jóvenes se preocupan por su futuro”, señaló.

Recordó otro término acuñado en 2005 por el filósofo Glenn Albrecht: solastalgia. Surgió de la combinación del término latino solación (comodidad) con el griego algia (daño, dolor). Diez años después la revista científica The Lancet la incorporó para describir el tiempo que estamos viviendo. Solastalgia -apuntó Irene- es un neologismo que describe una forma de angustia, estrés mental o existencial causado por el deterioro ambiental.

Considera que la joven activista ambiental sueca, Greta Thunberg, tuvo responsabilidad en acrecentar los niveles de ecoansiedad.

“La especie humana no deja de sorprenderme”, reflexiona preocupada Irene y agrega que las personas sienten que el día a día los supera y entonces no pueden ocuparse de estos graves problemas ambientales. Creen que alguien lo va a resolver “y somos nosotros los que estamos en este baile”. 

Y dio un ejemplo claro. Hace cuatro años que estamos con una emergencia hídrica preocupante en el país. Y la situación es delicada, especialmente, en la columna vertebral hídrica, en el río Paraná. “Me desespera ver que los peces, que tienen que ir aguas arriba a reproducirse y aguas abajo a alimentarse no pueden migrar porque no hay agua”.

Irene Wais

Según la bióloga, en este contexto tan alarmante, Argentina está en una situación mejor que otros países de la región y destacó la legislación aprobada en el último tiempo. Una es la ley de educación ambiental integral que abarca desde el jardín hasta la universidad. Y la otra, es la ley Yolanda que busca garantizar la formación integral en ambiente para las personas que se desempeñan en la función pública.

Pero la sociedad no termina de tomar conciencia de la gravedad del problema. “Nos dicen a los biólogos que somos unos románticos…que el pájaro, la ballena…Y no, acá está en juego la supervivencia humana”, aseveró y agregó que cuando el ser humano desaparezca, el planeta se va a regenerar rápidamente.

Irene se refirió también a la responsabilidad de los países poderosos en esta ecuación ambiental. Mencionó el caso de los asiáticos que abusan de su tecnología para pescar más allá de la milla náutica 200 generando una devastación ecológica. Pero además, compiten con pescadores artesanales que -apunta Irene- son justamente los migrantes que muchas veces se encuentran en balsas para llegar a Europa. “Son países que denuncian: quieren nuestros recursos pero no a nuestra gente”.

Los plásticos en los océanos

“Hay grandes millonarios que solo piensan en su fortuna. Con la donación de un año podrían alimentar a toda África y resolver una gran cantidad de problemas ambientales”, reflexionó y continuó: “en cambio, desarticulan acciones contra el cambio climático. Siembran dudas para confundir a la gente. Es una calamidad”.

Irene se pregunta también por el cultivo de soja en Argentina, «que tiene una terrible huella hídrica». Subrayó que “cuando China compra, no paga el insumo de agua que tomó la soja. ¿Por qué no la cultivan ellos?. El agua la guardan para su población, además del cultivo de arroz que lo hacen en humedales”.

Irene se lamenta que los gobiernos no escuchen a los ecólogos. Sí lo hacen con economistas o politólogos. “Somos científicos y nos preparamos para resolver los problemas ambientales. O prevenirlos”.

Y envuelta en un halo de precisa preocupación volvió a preguntar: “¿Qué están esperando? ¿Un dios salvador de otro planeta?…”