“Después de conocer el trabajo de Opeka supe qué voy a hacer hasta el último día de mi vida”

(Por Daniel Pardo) “Cuando estuvimos en Madagascar usábamos un balde para bañarnos. Y veía que Pedro también lo hacía. Me llamó mucho la atención, le pregunté por qué. Me dijo que hasta que el último habitante no pueda abrir una canilla, él no lo iba a hacer”. La anécdota es atesorada por Gastón Vigo Gasparotti y es uno de los frutos de la inmensa experiencia que significó conocer el trabajo del sacerdote Pedro Opeka, candidato al Premio Nobel de la Paz 2021, en la isla africana.

Gastón se encontró con Opeka en 2018 y su vida cambió de forma sustancial. Descubrió un lugar muy hostil, “un infierno de hambre”. La desnutrición crónica afecta a la mitad de los chicos y chicas, el 90% vive con menos de 2 dólares por día y los números de la mortalidad infantil son escalofriantes. Es el quinto país más pobre del planeta.

“Después de conocer el trabajo de Pedro supe qué voy a hacer hasta el último día de mi vida”, definió con plena seguridad. Y así fue. De regreso al país, fundó Akamasoa Argentina para dedicarse de lleno a la lucha contra la pobreza.

El primer paso fue en Lima, un pequeño pueblo del partido de Zárate en la provincia de Buenos Aires. En el relato de Gastón siempre asoman pinturas sobre la obra que levantó el sacerdote candidato al Premio Nobel de la Paz. “Son 22 barrios en donde viven 30 mil personas. Hay hospitales, 4.000 viviendas, 25 escuelas”, señaló y admitió que algo le llamó poderosamente la atención: “no hay plazas, o calles que lleven su nombre, nada se llama Pedro Opeka. Es un hombre de una humildad extraordinaria”.

El trabajo de Akamasoa en el país permitió contar ya con un jardín de infantes, escuelas de oficios, un centro de atención primaria y en diciembre del año pasado compraron cuatro hectáreas para levantar el primer barrio, como en Madagascar. “Hay momentos muy límites, no es fácil, hay que convencer a las familias que el trabajo, la educación y la disciplina son la salida”, apuntó. Opeka le adelantó que se trata de una lucha sin tregua, de toda la vida. Es que –apuntó Gastón- este trabajo va a contramano de un sistema asistencialista “para que quién está en la pobreza muera en ella”.

“Pedro logró una transformación increíble con medio millón de personas en el quinto país más pobre del planeta”, destacó Gastón

Gastón recuerda una especial dedicatoria de Pedro en un libro que finalizaba con “fuerza, coraje y alegría”. Le da un lugar muy importante a la alegría. Todo problema puede resolverse, piensa siempre Opeka, y esa consigna se presenta como uno de los pilares de su trabajo.

Tanto en la experiencia de Madagascar como en Argentina, nada se regala. Todos tienen que aprender todo. En cada barrio se respeta una urbanización digna, se cubren aspectos vinculados a la salud y se levantan escuelas de todos los niveles. Además, se genera trabajo. En la isla africana son las canteras de piedra, y en la experiencia local, la agricultura urbana o las huertas hidropónicas.

Las personas que ingresan a Akamasoa saben que la participación debe ser activa. Para Gastón, sudar en conjunto ayuda mucho y se genera una relación muy estrecha y fuerte entre todos los participantes del proyecto. También hay voluntarios. Y se van acercando donantes también. “Soy un hombre de fe, sé que soy un instrumento, aunque nunca preguntamos de qué nacionalidad o de qué credo son las personas que ayudamos”, aclaró.

“Esta vez, se la tienen que dar”, piensa sobre la sexta nominación de Opeka al Nobel de la Paz. Se comprometió toda su vida, fue capaz de desarmar diferencias, descendió los niveles de violencia y buscó siempre una convivencia armónica. “Y Pedro lo logró con medio millón de personas en el quinto país más pobre del planeta”, repitió. Para Gastón el camino a seguir es ineludible, no tiene dudas. Nada de ese intenso recorrido es sencillo, aunque está convencido de que vale la pena. «Hay que volver a los orígenes, a ser una buena persona». 

(Fotos Facebook Akamasoa Argentina)

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