Daniel Cerezo. Si todos dedicáramos una hora por semana para ayudar a descubrir la pasión del otro, sería otro mundo

El fundador de Creer Hacer habla de las distintas facetas de la pobreza. Cuenta su inspiradora historia de vida y reflexiona sobre la solidaridad y las verdaderas riquezas en la sociedad. La relevancia de la música en un contexto de pobreza económica.

Daniel Cerezo es psicólogo social, músico, fundador de la empresa social Creer Hacer e indiscutible protagonista de una historia de superación personal. Su infancia estuvo intervenida por la pobreza económica, aunque se ocupa de aclarar que su madre, de corazón inmenso, alivió siempre el dolor. “¿Qué es la pobreza?” se pregunta Daniel frente a una enmudecida audiencia en el inicio de la charla TEDxRíodelaPlata de 2014 que superó las 400.000 reproducciones y permitió que su historia de vida se expandiera y conmoviera a muchas personas.

Daniel es el quinto de seis hermanos. Nació en San Juan y su familia llegó a Buenos Aires con una pesada valija cargada de promesas que nunca se cumplieron. “A mi padre le prometieron casa, trabajo, de todo. Pero no pasó y murió al poco tiempo”, recuerda con visible amargura. A partir de ese doloroso episodio, empezó la dura lucha por alcanzar una vida con piso de dignidad.  “Éramos pobres, vivíamos en un terreno usurpado y muchas veces no teníamos para comer”, cuenta y se humedece su mirada.

Daniel reflexiona hoy sobre la multiplicidad de facetas que tiene la pobreza. No sólo la pobreza económica, quizá la más evidente. “La riqueza económica no te garantiza que no seas pobre”, aclara y agrega que autoridades de escuelas privadas “de cuotas caras” lo llaman para compartir un grave problema: “tenemos tanta pobreza que no sabemos cómo combatirla”, le confiesan.

“No conocí a ningún político que entienda que la pobreza no pasa sólo por lo económico. Pasa por dar oportunidades, facilitar procesos, cogenerar vínculos”, define Cerezo con determinación. Y se apura para dar el ejemplo de países desarrollados que sufren altos niveles de suicido juvenil.

Cuando la pobreza agobiaba el hogar de Daniel, la música cumplió un efecto sanador. Edgardo, un amigo de la infancia, lo invitó a que desarrolle esa vocación en un taller de piano en el Centro Cultural. Los sábados a las 9 con la profesora era Liliana Alpern. “Pensé que la música era sólo la que escuchaba en mi barrio, descubrí que había mucho más”, cuenta. En ese momento, cuando ya había aprendido a tocar todos los temas de su amada Gladys, “La Bomba Tucumana”, Los Charros, La Nueva Luna, Liliana lo invitó a conocer Para Elisa de Ludwig van Beethoven y Daniel cayó rendido ante la obra del compositor alemán.  Esa experiencia le permitió comprender que la primera pobreza que debió atravesar es la cultural.

Después de aprender a tocar el piano durante cinco años, comenzó a dar clases a otros jóvenes principiantes. Su profesora debió insistirle porque él creía que no podía, que no tenía nada para dar. “Lo único que debes tener es querer ayudar a otros”, le repitió. Entonces, pasó de ser el pibe de la calle al profe del barrio. A los 14 años aprendió a derribar otra pobreza, la de la dignidad; “esa que perdemos por vivir en algunos contextos y nos impide proyectar nuestra vida”, reflexiona.

Daniel fundó la empresa social Creer Hacer que desarrolla talleres en barrios y programas para empresas, además de acciones para fortalecer el liderazgo en contextos de vulnerabilidad. Le interesa mucho –reconoce- vigorizar el vínculo entre el sector privado y sector social. “Que se conozcan, se unan y puedan aprender juntos”, asegura. Para el sanjuanino, es difícil comprender cómo existen empresas tan grandes y exitosas en sociedades tan pobres. “De qué éxito me hablan”, se pregunta y luego suelta un largo silencio. Para él, sólo puede hablarse de éxito cuando -además del logrado por la empresa- la comunidad externa consigue desarrollarse. “Eso sí es una empresa exitosa”, asegura.

Para Daniel, algunos cambios de hábitos en la sociedad pueden transformar la realidad de forma sustancial. “Si todos dedicáramos una hora por semana para ayudar a descubrir la pasión del otro, sería otro mundo”, sintetiza. Muchas veces, agrega, se cree que el momento solidario es cuando se entrega algo material. Y el 80 por ciento de lo que se dona es un descarte, algo que sobra, cuando en realidad debería ser algo que puedo compartir que me hace feliz. “No es dar, sino compartir algo”, refuerza convencido. Daniel repite que la única forma de erradicar la pobreza no tiene que ver con dar, sino con compartir, transmitir y con aprender.

Por Daniel F. Pardo
(Crédito Foto Balloon Group)  Daniel Cerezo