Por Daniel Pardo
Daniela Salas es jujeña y dedica su vida a la bioarquitectura. Es su pasión. Viajó mucho para absorber técnicas y experiencias que enriquecieron su mirada. Para ella es necesario encontrar una forma armoniosa de habitar en la naturaleza. “Hoy hay una necesidad de volver a los orígenes”, aseguró.
Daniela ganó el concurso “Vivienda social, asequible, bioclimática y bajo carbono en tierra” que propuso el Gobierno de Jujuy en conjunto con el Departamento de Yvelines, en Francia. Explicó que el programa propuso diseñar casas que tengan una baja huella de carbono y que garanticen el ahorro energético utilizando materiales naturales.
“Me interesa tanto este tipo de construcciones porque lo siento un llamado ancestral. Como descendencia de pueblos originarios que habitan los territorios de una forma armoniosa. Eso tenemos que recordarlo”, comentó y agregó que es importante trabajar para que el ciclo de vida de un espacio no se limite solo a un uso. Para eso se deben utilizar elementos biodegradables o reutilizables.

Cuando le preguntan si construir este tipo de viviendas es más económico que las tradicionales, Daniela aclara rápido un aspecto medular en esta historia: la elección debe venir del corazón.
El concurso que ganó la arquitecta jujeña pretendió seleccionar un prototipo arquitectónico innovador, funcional y atractivo que cumpliera con criterios de eficiencia energética, respeto ambiental y viabilidad constructiva. “Este programa propone que se desarrollen viviendas para personas que no acceden a ingresos mínimos”, mencionó y contó que el Departamento de Yvelines hará el aporte económico para que se desarrolle el prototipo.
Además de este enfoque, Daniela destacó dos aspectos relevantes en su propuesta que fueron clave para ganar el concurso. Por un lado propicia la autoconstrucción, esto significa que se busca que los vecinos compartan el proceso constructivo. “Que metan las manos en el barro y construyan sus propias casas”, resumió. Y por otra parte, la utilización de pallets con quincha encofrada en el interior. Daniela utiliza una técnica japonesa de quemado de estos armazones de madera. Así consigue que sean impermeables y evita la presencia de insectos. “El proyecto es de bajo costo, recicla elementos y propicia el trabajo comunitario y colaborativo”, destacó.

Contó que la elección de la técnica para el diseño del prototipo se dio en función de los materiales que existen en el terreno. Asegura que lo que está al alcance de la naturaleza, tiene que responder a las demandas del confort térmico.
Uno de los beneficios de haber ganado el concurso fue la formación que recibirá en el prestigioso Centro Internacional de Construcción en Tierra (CRATerre), en Grenoble, Francia.
Su prototipo ganador será parte de un proyecto de solicitud de financiamiento al Fondo Internacional de Innovación Tecnológico. Se solicitará el dinero necesario para construir tres viviendas en Purmamarca. Y en la segunda etapa se busca construir casas para una manzana.

Jujuy transita el camino de la bioconstrucción hace muchos años. De hecho, el 60% de sus construcciones son de adobe, aunque -apunta Daniela- todavía hay mucho prejuicio por la utilización de materiales naturales.
También es cierto que la gente que vive la experiencia de habitar una casa hecha de adobe siente la diferencia. “Que lindo se duerme en el norte”, repiten. Tiene que ver -define- con una percepción sensible. No hay muchas palabras. Y ven, además, que no se trata de un espacio precario. Hoy se logran resultados estéticos más contemporáneos. “La devolución siempre es positiva. Dicen que se siente lindo, que se descansa mejor”.
Las cosas cambiaron. Hoy la gente se acerca al estudio de Daniela y le pide una construcción ecológica, que tenga ahorro energético. “Hace 10 años intentaba convencer a mis clientes que hagan sus casas con tierra. En Jujuy no era el momento, hoy sí es el momento y en todo el mundo. Estamos tomando consciencia de que tenemos que vivir en armonía con nuestro entorno», aseguró.