Por Lorena Direnzo
La migración, en algunos casos, es una mezcla de expectativas, una búsqueda de calidad de vida, oportunidades laborales y nuevos horizontes. Pero, más allá de ser una elección personal, conlleva un desarraigo difícil de digerir.
Un grupo de argentinos radicados en Irlanda y amantes de la literatura nacional encontró una excusa para transformar la nostalgia en algo positivo y generar un lugar de pertenencia para muchos coterráneos. Se encontró en la literatura la excusa para poner en marcha una Biblioteca Popular de Literatura Argentina.
Catalina Arca García es comunicadora, transita sus 37 años y es de Cipolletti. Durante su paso por la universidad obtuvo una beca que le permitió radicarse seis meses en Uruguay. Conoció a tanta gente de distintos puntos del mundo que volvió a Río Negro con la idea de seguir viajando.
Trabajó durante seis años en un diario hasta que sintió que era la hora «de despegar». Su idea inicial era estudiar inglés en Gran Bretaña durante ocho meses y luego volver. Pero los planes cambiaron. Hoy cumple 7 años en Irlanda. Vivió en un primer momento en Dublín hasta que con su pareja, se estableció en Rathcoffey, un paraje rural a media hora de la capital. Consiguió un trabajo temporal en un banco.

«Dublín es caro, pero un sueldo mínimo de 2.000 euros por mes te alcanza para vivir. De todos modos, siempre decimos con el grupo de argentinos que vivimos seteados y que sabemos cómo ahorrar. La mente argentina te entrena para salir adelante y ser más vivo», dice riéndose y agrega jocosa: «Mi esposo se queja de que los precios están subiendo. Pero hay un 0,005% de inflación. No saben lo que es la inflación».
Cuando Catalina supo del proyecto para crear una biblioteca exactamente un año atrás, decidió sumarse. «Estos espacios surgen de la necesidad», considera.
La idea nació de Francisco Paco Tobal en una oportunidad que debió hacer un trámite en la Embajada de Argentina en Irlanda. Al ver una pila de libros argentinos, se le ocurrió generar un espacio. Le comentó la iniciativa a otras amistades y tuvo éxito. A través de un posteo en un grupo de argentinos en Irlanda de Facebook invitaron a sumarse a quien estuviera interesado. El grupo crece cada vez más y se reúne una o dos veces a la semana. Muchos son oriundos de Rosario, de Entre Ríos, ciudad y provincia de Buenos Aires y de Río Negro.
«Había una necesidad de encontrarnos con gente que compartiera esa nostalgia por estar afuera. Cada uno eligió venir acá por razones válidas, pero como siempre decimos: ‘Podemos salir del país, pero el país no sale de nosotros´», reflexiona.

La idea inicial fue juntarse para disfrutar de la literatura y la cultura argentina. Pero a la vez generar un lugar de encuentro, de pertenencia en una país y una cultura tan lejana.
Catalina destaca el sistema de bibliotecas de Irlanda: «Te asociás. Y al buscar un libro en una ciudad, si no está, te lo mandan por delivery. El catálogo de las bibliotecas nacionales es gigante y hay algunos de Argentina, pero en inglés». Más allá de los libros, la movida incluye talleres de escritura, clubes de lectura y la pretensión de dar a conocer la cultura argentina entre los irlandeses.
Se estima una comunidad por encima de los 4 mil argentinos en Irlanda. En 2017 había 356 personas empadronadas en la Embajada Argentina en Irlanda; seis años después, había 1031. Si bien la migración a ese país está muy por debajo de España e Italia, registra un mayor crecimiento. En los últimos seis años, la población de argentinos empadronados en Irlanda creció un 190%; mientras que la de España creció un 38% y la de Italia, un 37%.
Quienes migraron a Irlanda destacan que las posibilidades laborales es lo que más seduce. «Esta isla -admite Catalina- tiene algo que te enamora. De todos modos, para quienes estamos acostumbrados a las cuatro estaciones, este clima es lo más desafiante. Es para valientes. Pero si uno puede sortear eso, tiene muchas oportunidades», reconoce.

Por el momento, la Biblioteca Popular Argentina no tiene espacio físico y mientras tanto, funciona en la Biblioteca Charleville. Sin embargo, sus impulsores gestionan un lugar porque el volumen de libros aumenta poco a poco. Mucha gente les ha ofrecido donar libros o otros ofrecen dinero para comprarlos.
El nombre del espacio fue consensuado: se llama María Elena Walsh. «No solo porque crecimos con sus canciones y cuentos, porque es una referente de la cultura y literatura argentina sino además, porque tiene descendientes irlandeses. Su abuelo era irlandés. Walsh es un apellido súper común acá», aclara.
El proyecto en sí mismo incentiva a sus integrantes, pero a la vez los contiene y los acerca de algún modo a su patria. «Es difícil. Hay negociaciones personales día a día. Se trata de recordar por qué viniste y qué dejaste. Es como que uno tiene el corazón dividido. Y hay una necesidad muy fuerte, por eso surgió este grupo», señala. Las opciones son muchas. Gustavo Eclessia, por ejemplo, es otro argentino en Irlanda que arma peñas todos los meses. No falta El Gato ni la chacarera y se ofrece vino y Fernet.
Por otro lado, hay una panadería y un restaurante argentinos que tienen mucho éxito entre irlandeses. Se trata de estar cerca, como sea.

«Estos encuentros se disfrutan mucho y es un relajo mental no hablar inglés», bromea y añade: El mate siempre está presente, y por supuesto que nos tiramos los chimentos de último momento. No solo lo político. Alguien cae con una guitarra y se empieza a cantar. Eso tenemos los argentinos: arma rancho en seguida por más que no se conozca. No se ve en otras comunidades», plantea.
¿La finalidad es aplacar la nostalgia?, se le consulta a Catalina. «Es un juntarse y estar un ratito en casa, aunque lejos de casa. Hace falta el cara a cara .A la vez, es una oportunidad de mostrar nuestra cultura. Hacia dónde vamos, no lo se. Se volvió algo grande y abruma, pero para bien», finaliza.