Por Lorena Direnzo
En plena pandemia, el zoológico de Luján -que generaba una fuerte atracción del público por la interacción con los grandes felinos- fue clausurado por «serias irregularidades con los animales». Sin embargo, las 400 animales permanecieron en ese predio sin recibir los cuidados básicos. Una elefanta murió al poco tiempo al no tener asistencia veterinaria. Sobrevivieron un chimpancé, algunos osos, cebras, monos, guacamayos, serpientes, dromedarios. Pero lamentablemente, otros animales no corrieron la misma suerte.
Cinco años después de esa clausura, la organización internacional de bienestar animal Four Paws logró llevar adelante una evaluación veterinaria de la población animal que continuará con el traslado de muchos de esos animales desde la provincia de Buenos Aires a santuarios distribuidos por todo el mundo.
“Esta organización no está focalizada en la conservación ni trabajamos en la reintroducción en la naturaleza porque ya hay otras entidades que se ocupan de ello. Trabajamos para mejorar la calidad de vida de animales, sean de compañía, de granja o exóticos y salvajes que se hayan usado para entretenimiento”, describió Luciana D’Abramo, miembro del consejo directivo de la entidad a nivel global. Es argentina aunque reside en Austria desde hace más de cinco años.
El eje de Four Paws, aclaró, es un trato hacia los animales “con empatía y respeto”, protegiéndolos cuando estén sufriendo e incluso, rescatándolos como en el caso del ex zoo de Luján. “No solo hacemos rescate. Es cierto que son necesarios, pero eso es tratar el síntoma. Apuntamos a los cambios legislativos, a un cambio del sistema para que, a futuro, haya menos animales que requieran ser rescatados y, en décadas, organizaciones como la nuestra ya no sean necesarias”, advirtió.

El panorama es sumamente amplio ya que hay zoológicos con fines científicos donde los animales tienen una buena calidad de vida, pero en muchos otros no sucede lo mismo. Además, muchos países aun permiten la tenencia privada de animales exóticos.
“Estamos tratando de cambiar las leyes en los países donde todavía está permitido tener animales exóticos en cautiverio por cualquier motivo. Hay casos de colecciones privadas: hasta hace poco, en varios países de Europa había tigres, leones y osos en sótanos», fustigó Luciana y acotó que «la fascinación con los animales salvajes es enorme». Puso como ejemplo algunos puntos de Sudáfrica donde se promueve «la caza enlatada» que consiste en una práctica de cría de leones en cautiverio para que los cazadores los capturen en lugares cercanos.
Contó que en Vietnam todavía usan osos para la extracción de bilis, con métodos invasivos y dolorosos. Desde hace miles de años, la medicina tradicional asiática lo emplea para el tratamiento de enfermedades del hígado y la vesícula biliar y la producción de cosméticos. «Estos animales son criados en sótanos donde están aplastados por una máquina, sin capacidad de moverse y le colocan una cánula para sacar bilis. Se cree que tiene un efecto afrodisíaco, pero los animales terminan muriendo en condiciones atroces. Muchos santuarios de osos en Europa están vinculados a esas tenencias ilegales», señaló. También se detectó un restaurante donde la gente podía sacarse fotos al lado de los osos.
El camino a Luján
El zoológico de Luján, que hoy transita su etapa de cierre definitivo, permitía el contacto directo con los animales, motivo que impulsó su clausura -no fue tanto la tenencia de animales-. «Esto está prohibido en la provincia de Buenos Aires, pero no a nivel nacional. El primer contacto de nuestra organización con Argentina fue en 2022 cuando nos pidieron rescatar cuatro tigres de un campo en San Luis. Habían estado 15 años en unos vagones de tren de circo, en pésimas condiciones«, señaló. Un año después, regresaron al país para rescatar tigres de los cotos de caza en Balcarce.

Recién este año, la organización austríaca firmó un acuerdo de cooperación con la Secretaría de Ambiente de Argentina para contribuir con los rescates de animales de Luján a cambio de una modificación en la legislación. El objetivo, insisten, no solo es llevarse a los animales.
«Cuando visitamos las instalaciones del ex zoo de Luján en 2023 había más de 110 animales. Regresamos este año para emprender este proceso y nos encontramos con 62. Muchos animales murieron en el último tiempo. Se trató de mantenerlos lo mejor que se pudo con el hacinamiento, pero sin cuidados médicos esto era esperable», sintetizó Luciana. De todos modos, celebró, «llegamos a tiempo para brindar tratamiento médico a estos 62 felinos y a dos osos«. El objetivo es evaluar cada caso antes del traslado a otros países, mejorando, por ejemplo, la alimentación.
«En este cuidado de los animales, debimos mejorar las condiciones de seguridad para proteger a nuestros colegas. Había espacios atados con alambres. Además, se hizo un fuerte trabajo de conexión con la gente que trabajaba en el ex zoológico y nuestros colegas para poder armar equipos. Necesitábamos la fuerza y la ayuda de la gente que conocía el espacio y los animales», describió. Ese esfuerzo demandó un mes y medio; mientras que el 23 de octubre comenzó la segunda etapa vinculada al chequeo veterinario.
«Se aplicaron vacunas antiparasitarias y se avanzó con algunos tratamientos urgentes ya que algunos animales tenían infecciones dentales -por morder los alambrados- o uñas encarnadas -por la falta de movimiento-, se realizaron algunas intervenciones de urgencia y se les puso microchips pensando ya en los potenciales traslados. Los machos, por otro lado, fueron castrados porque el objetivo es que estos animales sean la última generación que crece en cautiverio. La idea es evitar la reproducción en los santuarios», apuntó.

Muchas veces le preguntan a Luciana cuál es la diferencia entre zoológico y santuario. En estos últimos, explicó, no hay un contacto de la gente con los animales ni para bañarlos ni tocarlos. En relación a los cuidados médicos, siempre se interactúa bajo anestesia. Si bien hay gente que puede visitar los santuarios, el número es más reducido que en los zoológicos y cada animal dispone de un espacio para decidir si quiere estar expuesto o no. Y así, que nadie los vea.
«Cuando visitan los santuarios, no queremos desilusionar a nadie, pero si la gente solo pretende ver a animales, es el lugar inadecuado. El tercer punto es la política de no reproducción. Tenemos un león y varias hembras, pero nos aseguramos que no haya reproducción para que no nazcan más animales en cautiverio. Esa es la diferencia entre bienestar animal y conservación: en el zoológico, los animales están en buenas condiciones, aunque para garantizar la conservación, se promueve la reproducción; en los santuarios esto no pasa», dijo.
Four Paws dispone de diez santuarios en Sudáfrica, Holanda, Jordania, Bulgaria y Alemania, entre otros, y una red de 20 países en todo el mundo. De todos modos, acotó Luciana, tienen llegada a muchos más países porque constantemente realizan alianzas estratégicas con organizaciones e incluso, la Federación Internacional de Animales. «La idea es que, a futuro, no tengamos que estar en 190 países, pero sí podamos coordinar con otras organizaciones y hacer un trabajo sostenible. Nosotros solos no vamos a lograr cambiar el mundo. Se necesita un cambio de verdad».
Respecto a los animales de Luján, serán repartidos en diferentes santuarios alrededor del mundo. Los osos, por ejemplo, serán trasladados a Bulgaria, al santuario que se abrió hace más de 25 años para terminar con los osos danzantes en ese país. Sucede que desde el siglo XIX, muchos se ganaban la vida obligando a estos animales a actuar en espectáculos de danza. Desde 1998, fue prohibido y los osos se convirtieron en una especie protegida en Bulgaria. Sin embargo, la práctica continuó hasta 2007. Luciana dijo que será la primera vez que se reciben osos «por aire» en el aeropuerto de Sofía. En relación a los grandes felinos se distribuirán entre Sudáfrica y Holanda.

Cómo nació la organización
Four Paws nació en Austria en 1988, de la mano de un grupo de amigos que, mientras tomaba una cerveza en un bar, analizó el impacto de la protección ambiental y los derechos humanos. Sintieron que los animales estaban olvidados en esta ecuación.
En ese entonces, Austria era famosa por el número de curtiembres y la forma en que se criaban los animales para el uso de sus pieles. Fue cuando decidieron hacer algo para ponerle fin a la violencia con los animales. «Usar las pieles era algo obsoleto, ridículo y de lujo. Empezaron con un costado activista, cortando cadenas y liberando animales. Hay muchas fotos de es comienzo, incluso con represión policial. Fue el primer paso para que hoy no haya más curtiembres, pero además, comenzaron a llamarlos de otros países. Así creció», aclaró. Este año la entidad cumplió 37 años y ha logrado rescatar más de 300 animales.
¿Cómo llegó Luciana a ser responsable de lo que pasa en Four Paws alrededor del mundo? Esta argentina de 40 años, oriunda de Monte Grande, no es zoóloga, ni bióloga ni veterinaria. Viene del área de la responsabilidad social y tiene un master en Negocios y Finanzas. También proviene del voluntariado en el trabajo humanitario. «Un día me levanté y supe que quería cambiar el mundo. Y me fui literalmente, a la guerra -aunque mi base siempre fue la gestión-«, detalló.
Durante muchos años, brindó trabajo humanitario en una organización en Medio Oriente y luego, en América Latina. «Después de muchos años de poner el cuerpo y las emociones -que pesaban demasiado-, un cazador de talentos me ofreció un puesto en Four Paws en Austria vinculado a este trabajo maravilloso. Hoy coordino el trabajo estratégico de los expertos. Les doy espacio y acompaño con decisiones estratégicas. Buscaban a alguien con una perspectiva más global, alguien joven y una mujer. Lo tomé como un desafío con humildad, pero hoy es parte de nuestra vida», subrayó.

Rescató la continuidad de la organización en un momento en que muchas otras están cerrando sus puertas por problemas de financiamiento. «Además, me quedo con la generosidad de la gente, el interés por la causa y el amor. Todo eso sentí en Argentina donde quedé sorprendida de ver tantos voluntarios y recibir donaciones de dinero, a modo de agradecimiento. Estoy orgullosa de ser parte de este cambio en Argentina. Esperamos que Luján sea solo una parte porque hay muchos animales en condiciones espantosas», indicó.
Una vida impensada
El esposo de Luciana es de Marruecos y su pequeña hija nació en Viena. La definió como «una pequeña activista de cuatro años». «Hace 20 años que me fui de Argentina y este es el séptimo país donde he vivido. Jamás hubiera imaginado esta vida. Cuando me fui de Monte Grande a estudiar a Buenos Aires ya me parecía una aventura loquísima. Nunca imaginé que la vida tendría estos planes», dijo.












