Reconocido biólogo responde: qué pasa si disminuye la cantidad de abejas en el mundo

Marcelo Aizen tiene 62 años y vive un tiempo de reconocimientos por su valioso trabajo. El investigador superior del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) recibió el Premio Houssay Trayectoria 2023. La distinción reconoce a investigadores que contribuyen “de manera sobresaliente en la producción de nuevos conocimientos e innovaciones tecnológicas con significativo impacto económico y social”.

Aizen se graduó en Ciencias Biológicas en la UBA en 1985 y luego continuó su recorrido académico en la Universidad de Massachusetts. Regresó en 1992 a la Argentina y sus intereses se vincularon a la biodiversidad y la conservación. Sus trabajos sobre las relaciones entre plantas y polinizadores han logrado un destacado impacto internacional.

El investigador dirige hoy el Grupo de Ecología de la Polinización (ECOPOL) que está integrado por científicos y científicas del Conicet en el Inibioma y es profesor titular del Centro Regional Universitario Bariloche de la Universidad Nacional del Comahue.

Polinizadores en riesgo por acción humana

¿Por qué recibiste este último premio? ¿qué cosas se consideran para entregarlo? 

Bernardo Hussein fue uno de nuestros premios Nobel.  Este premio es particular porque se entrega a la trayectoria. Se destaca justamente toda una media vida o tres cuartos de vida dedicadas al trabajo y el impacto que ha tenido este trabajo.

¿Cómo era Marcelo de chico? Hay algo que descubrís que supones se mantuvo durante el tiempo y que ayuda a entender un poco al Marcelo investigador, al Marcelo que está viviendo este momento tan especial.

Voy a contar algo que no mucha gente sabe. Mi mamá me hizo repetir el primer grado. Es que yo tenía serios problemas de aprendizaje, era una persona muy introvertida. Sentía que las cosas pasaban y yo no las podía entender o iban a un ritmo que no era el mío. Así anduve a los tumbos, hasta tercer grado y en cuarto grado mis padres me cambiaron a una escuela del barrio de la Paternal, a una cuadra del estadio de Argentinos Juniors, Avelino Herrera.

¿En qué cambió para vos?

Tuve un maestro varón, algo que no era tan usual en la primaria en esa época. Fue un maestro que no estigmatizaba, que intentaba sacar lo mejor de cada uno y hubo magia. No sé. Pasé de ser el peor del grado a ser abanderado. Si tengo que rescatar algo de la educación pública, además de la universidad, fue esa escuela del barrio de la Paternal. Me vienen a la mente esos maestros. A ellos les dedico este premio en particular.

Increíble esa transformación, ese impulso que provocaron en vos, ¿no?

Sí, porque la verdad es que ya la secundaria la hice en Dictadura, también la escuela del Estado, pero no rescato nada en particular, salvo una profesora de italiano que nos hizo aprender el idioma en un año. Rescato especialmente la primaria y la Universidad de Buenos Aires. Excelente. Esos años de universidad y también vivir en ese contexto universitario de la transición de la dictadura de la democracia fue maravilloso.

Marcelo Aizen vive en Bariloche

¿Cuándo llegaste a Bariloche?

Yo llegué a Bariloche en el año 92. Lo hice, en parte, por el lugar, por la geografía, por tener ese contacto con la naturaleza y también porque estaba aquí en ese momento Eduardo Rapoport, que fue un biólogo, un ecólogo muy reconocido, muy querido también, que había estado en el exilio. Volvió a la Argentina y acá empezó a armar un grupo y a traer gente como si fuera un imán.

Y la atracción por la naturaleza viene de chico? ¿se fomentó en algún momento de tu vida en particular?

De chico era un ‘aparato’. Bueno, sigo siéndolo. Para mí, cuando vivía en el barrio de Caballito, el patio de mi casa era la jungla. Soñaba mucho. También cuando íbamos a San Bernardo. Y Mafalda me ayudaba a imaginar el sur. Tenía una obsesión con la geografía. Yo viajaba mucho fácilmente. Me sabía todas las capitales de todos los países del mundo a los 7 años. Era el ‘monito’ que los padres exhibían a los amigos.

Me gustaría saber qué te genera orgullo de tu trabajo

Sé que suena un poco cliché pero tengo un grupo maravilloso de gente que trabajamos juntos. Somos un grupo de amigos, varios estudiantes míos, muy horizontal y la verdad es que también crezco yo como investigador a través de ellos. Algo más y sé que no voy a decir lo mejor, pero el tema de haber hecho investigación con muchas limitaciones económicas agudizó la creatividad. Eso es algo que aprendí de Eddy -por Eduardo Rapoport-, a pensar diferente.

Existe una preocupación mundial por el tema

¿Qué pasa si baja la cantidad de abejas en el mundo?

Hay un mensaje falaz que dice que sin abejas en el mundo, la humanidad sobreviviría solo cuatro años por el rol que cumplen como polinizadores. Pero no solo en la reproducción de las plantas silvestres, sino en la producción de alimentos. No es que nos vamos a morir de hambre si no estuvieran las abejas. Tienen una contribución muy importante pero sobre todo en términos económicos. Existe una dependencia importante pero no es tan grande.

¿Y cuál es el verdadero problema entonces? 

Se ha visto una baja en el rendimiento de algunos polinizadores. Y eso se compensa expandiendo más el área cultivada a nivel global. Esto implica destrucción del hábitat para cubrir las demandas del mercado. Es un cambio de paradigma. El problema entonces es el costo ambiental de esta agricultura.

¿Los gobiernos se interesan por el resultado de este tipo de investigaciones?

Al principio no veía conexión a nivel gubernamental o institucional. Eso cambió de golpe y me vi trabajando en un área que fue pionera en las investigaciones sobre el impacto que tiene el hombre en la destrucción del hábitat sobre la reproducción de plantas, afectando la interacción con los polinizadores, principalmente de las abejas. Cerca del 75% de los cultivos dependen en mayor o menor medida de ellos. Y entonces hubo una preocupación global por la pérdida de polinizadores en la agricultura y la producción de alimentos. El tema se convirtió en una preocupación a nivel mundial y se volvió relevante no por la problemática ambiental, sino también por la parte económica.

Se repiten nuestras charlas por las distinciones que recibís. En 2022 recibiste también el premio Michel Bergeron, otorgado por la Asociación Interciencia. Supongo que es gratificante. 

También debe ser una señal de que ya me estoy poniendo viejo.

No queríamos decirlo de esa manera, pero puede ser. 

Es una buena forma de envejecer, con premios. Es una palmadita en la espalda.