Por Lorena Direnzo
Durante la crisis del 2001, su padre se quedó sin trabajo. Y por si fuera poco, su indemnización quedó en el corralito. Eso cambió la vida de toda la familia porque “una persona sin trabajo cambia mucho”. Malena decidió ayudarlo en la confección de su currículum vitae para que retomara la búsqueda laboral, al igual que a sus amigos. De todos modos, algo tenía claro: a esa edad, ya no les sería sencillo conseguir trabajo.
“En ese momento, me di cuenta que esos hombres no comprendían su propio valor. Habían hecho de todo en la vida, pero no podían asumirlas para describirlas en un currículum. Habían trabajado toda la vida y ahora, sentían vergüenza. Un nivel de indignidad tremendo”, recuerda Malena Famá. Fue ahí cuando comprendió que no se trataba solo de armar un CV sino de todo un proceso interno.
En ese mismo momento, esta comunicadora comunitaria fue contratada por una fundación del barrio porteño de Barracas para ayudar a personas con problemas de adicciones. Los acompañaba en la búsqueda de un trabajo. “Veía mucha gente rota o con problemas de salud y supe que ellos necesitaban ayuda. Las ONG suelen ayudar a la clase media, pero a estas personas no las ayudaba nadie. Dije: ‘acá me quedo’”, señala.

Se enamoró de esa tarea y cuando terminó el proyecto, supo que era su camino. En 2015 conformó la Fundación Multipolar pensando en las personas en situación de calle. “En los barrios populares a la gente se le complicaba conseguir trabajo, pero además, empezaba a quedar en la calle. Había otras personas que vivían en viviendas precarias, pero, al menos, tenían un techo. En la calle, todo cambiaba”, indica.
En ese proceso, comprendió que necesitaba de otros actores. Esa persona necesitaba dormir en un parador, requerían la ayuda de empresas que ofrecieran alguna posibilidad laboral, voluntarios que aportaran ropa o donaciones para que llegara a terminar la primera semana de trabajo.
“No era solo pensar de la calle al trabajo. Se requerían muchos polos para una única respuesta. El trabajo se fue modificando todo el tiempo y logramos crear una metodología específica de abordaje. Empezamos a sistematizar el trabajo, probando lo que funcionaba o cambiando lo que no”, recalca.

Sin embargo, aclara, esa metodología sirve en tanto el contexto social no se modifique sustancialmente. En un momento, por ejemplo, las personas conseguían trabajo y una habitación de hotel. “Hoy la clase media pierde su trabajo, el alquiler y ocupa esas habitaciones. Nadie prioriza a las personas en situación de calle. Además, con los recortes de medicamentos o el cierre de comedores, la gente viene descompensada o con hambre de tres días. Así no le podemos hablar de trabajo. En los últimos años, vemos un cambio abrupto y cruel”, comenta.
Hoy, muchas personas ni siquiera llegan a conseguir un turno médico. “Hoy si llamás a Admisión en Psicología en la Ciudad de Buenos Aires te dicen: ‘Para noviembre’. ¿Tan cerca?, preguntas con sorpresa. Y no, es para noviembre de 2026. Imaginate los hospitales públicos con menos turnos porque la gente que, antes pagaba una obra social o una prepaga, ahora se atiende ahí”, menciona.
El impacto también fue para la Fundación Multipolar que, desde 2023, ya no recibe financiamiento estatal. “Por suerte, siempre tuvimos un acercamiento a las empresas. Y lanzamos una línea de trabajo: generamos emprendimientos propios en la fundación que se venden a empresas”, puntualiza esta mujer de 42 años que nació en San Miguel, provincia de Buenos Aires.

Así, ofrecen talleres de carpintería y Metrogás, por ejemplo, compra las vallas de seguridad. También se brindan talleres de costura que permiten confeccionar “elementos de merchandising que luego, las empresas adquieren”. Además, ofrecen servicios para eventos corporativos. “En todo este proceso, se rompen muchos prejuicios. Muchas veces, te preguntan: ‘¿y van a venir en condiciones correctas de higiene?’. Todo el mundo tiene un cierto imaginario sobre la gente en situación de calle”, lamenta Malena.
“Muchas veces mis amigos me plantean por qué no intento entrar a una mulinacional. O armar mi marca personal. No, gracias paso. Evidentemente, algún tipo de problemita tengo”.
Si hay algo que le ha llamado la atención es cómo cambian las facciones de las personas a partir de su llegada a la fundación. “Cuando están en el consumo, están chupados, flacos. A medida que se van recuperando, empiezan a engordar y la cara se va iluminando. Sonríen. Tengo fotos de todos cuando arrancan el proceso y ellos mismos se llaman mutantes, zombies, por lo mal que están. Ver el antes y el después es lo más hermoso. Pero no es un día para el otro”, reconoce.
Trabajo en red
Multipolar trabaja en red con otras organizaciones que brindan asistencia a personas en situación de calle. Cuando alguien quiere trabajar, los envían a la fundación.

“No salgo a la calle a buscar personas. Hablamos de unas 70 organizaciones que nos derivan gente, entre iglesias, comedores, centros de salud, escuelas, bachilleratos nocturnos. Muchas veces, por las redes sociales personas me preguntan si me pueden mandar a alguien”, especifica.
En una entrevista inicial con profesionales, se detectan cuestiones que requieren atención antes de iniciar la búsqueda de un empleo. “Si no, es un camino al fracaso rotundo. Si esa persona está con un tema de salud o cursa una adicción, evaluamos quién puede atenderla. Vamos siguiendo ese proceso y cuando termina, lo recibimos nuevamente. Antes, el Sedronar daba respuestas, pero hoy no tiene recursos”, cuestiona.
Desde que abrió sus puertas, la Fundación Multipolar ya recibió a alrededor de 5.050 personas. En lo que va de este año, ya se acercaron unas 150 personas que son recibidos por 25 trabajadores rentados, entre trabajadores sociales, psicólogas, terapistas ocupacionales, consejeros en adicciones, coachers, especialistas en recursos humanos, liderados por Malena, comunicadora social y estudiante de Medicina en el cuarto año.

¿A dónde encaja la carrera de Medicina? “Me cansé de que no haya psiquiatras que entiendan sobre las problemáticas de los más pobres. Es imposible conseguir un turno con una psiquiatra piola. Me harté de buscar y decidí estudiar la especialidad con ese objetivo en la Universidad de José C. Paz, en el conurbano donde la carrera es más territorial. Me voy a dedicar a la gente que más lo necesita”, se sincera.
Procesar sin poder llorar
Fundó Multipolar y lo cierto es que es una apasionada de su trabajo. Las actividades que realizan pueden encontrarse en @multipolarfundacion o @malenafama. Admite también que «le consume su vida». «El poco espacio que tenía para sociabilizar se fue con la carrera de Medicina. No me deja mucho tiempo. Mis pocos momentos libres elijo pasarlos con mi mamá, mi compañero y mis mascotas», reconoce.
Su madre vive preguntándole cuándo pasará a comer “con algo más de tiempo”. “Ya está resignada. No soy la hija de una militante que uno pueda decir ‘de tal palo, tal astilla’. Y estamos en las antípodas ideológicas, pero cada vez que hay un evento, mi mamá está ahí. Cocina pastelitos para las personas en situación de calle, quizás acompaña a alguien al dentista. O al médico”, dice.

Malena, en ningún momento, romantiza su trabajo; de hecho describe como “sumamente duro” enfrentar situaciones adversas constantemente, aunque “lo sigue eligiendo”. “Me doy cuenta que se me corrió la vara. Estaba haciendo una práctica en la facultad y me tocó acompañar a un psicólogo. En un momento, entró un adolescente y mientras hablaba, me aburría. Pensaba ‘qué historia sencilla’. Claro, para él no era nada sencillo. En estos años, se me construyó una película que me hace ver al mundo, no de la manera más hermosa”, admite y se declara “desencantada de quienes toman las decisiones, sea del color político que sea. No podemos avanzar sin un Estado fuerte”.
Asume que suele angustiarse mucho, pero no puede llorar. Por eso, debió armarse de herramientas. “Ante un evento muy traumático, llamo al psicólogo y le pido que me haga hablar. Muchas veces, ni siquiera lo comparto con mi compañero aunque me vea triste y me pregunte. Si uno no cuida su salud mental, no puede hacer bien su trabajo. Escuchás historias tremendas y ves situaciones traumáticas todo el tiempo: personas mojadas, temblando de frío o llorando no está bueno”, comenta.
En la fundación tienen un protocolo y muchas veces, por ejemplo, se le pregunta a una persona si se la puede abrazar. “El otro día, una compañera de la facultad lloraba por un problema y pregunté si podía abrazarla. ‘Sí, idiota’, me dijo. A veces, se me mezclan los mundos. O mi compañero me cuenta algo y me sale decirle: ‘gracias por compartir’. Y en seguida me dice: ‘Te cuento para que me digas qué opinas’. En otras situaciones, nunca opino. Estoy formateada de una manera”, concluye.