Kapenke Yaten, la biblioteca de barro que nació para regalar literatura en la playa

Por Lorena Direnzo – Foto crédito: Leandro Vesco 
De pronto, a unos 5 kilómetros, al sur de Las Grutas, sorprende un llamativo color rojizo. Piedras Coloradas tiene un encanto particular que la vuelve un fuerte atractivo para muchos turistas. Esas formaciones rocosas provienen del período precámbrico (es decir que tienen más de 541 millones de años) y están compuestas por minerales como el cuarzo que les da dureza, mica -aporta brillo- y feldespato que le regala ese color rojizo tan particular.
Pero lo que también llama la atención de este pequeño rincón al este de Río Negro es una pequeña biblioteca de adobe que se confunde entre los médanos. El edificio de forma hexagonal fue erigido a unos 80 metros de donde habitualmente llega el mar. Mailén Hugues se crió en Piedras Coloradas y transitaba su adolescencia, cuando su padre decidió materializar el proyecto de una biblioteca en medio de la playa. Fue allá por 2008 y el proyecto recibió el nombre «Kapenke Yaten» que, en tehuelche, significa Piedras Coloradas.
Pero la historia se remonta a la década del 70 cuando Alberto “Toto” Hughes, descendiente de galeses radicado en Cipolletti, desembarcó en Las Grutas y se enamoró no solo del lugar sino también de quien resultó ser la madre de Mailén. «Trabajaba en la Cooperativa de Aguas y Servicios de Las Grutas, pero lo cierto es que le tiraba el mar, la playa. Trabajó como guardavidas, puso un acuario de agua salada (con muchas especies de acá) y siempre, caminaba por la playa juntando basura. Así fue que conoció Piedras Coloradas», recuerda Mailén.
Los vecinos aportan para que funcione la biblioteca
En 1990, Alberto instaló un kiosco en la zona que fue creciendo poco a poco. Luego, se agregó un nuevo kiosco, un parador, un estacionamiento y la biblioteca. Hasta hace unos pocos años atrás, solo había cuatro habitantes en Piedras Coloradas que hoy llegan a 10, con Mailén, de 33 años, y su pequeña hija.

¿Cómo nació la idea de una biblioteca en medio de la playa?

La mujer que estaba a cargo de los baños de la playa en Piedras Coloradas también era bibliotecaria y, de tanto en tanto, aparecía con una valija repleta de cuentos que hoy forman parte del patrimonio de la biblioteca.
“Al término de ese verano, mi padre, junto a Alejandra Hernández, la bibliotecaria, y Ana Yalur -que manejaba el kiosco- decidieron impulsar la construcción de una biblioteca de barro. ¿Por qué de barro? Siempre decimos que no hay que generar un impacto visual en el lugar, tal como hicimos con los kioscos”, describe Mailén que decidió continuar el legado de su padre cuando el hombre murió en 2014.
La hija de Mailén con una amiga, dándole forma al barro.
Al momento de difundir la idea, se presentaron 40 voluntarios entusiasmados por la iniciativa que, a su vez, fueron guiados por  otros vecinos que conocían la técnica de construir con elementos naturales, como barro, paja y agua. Hubo además quienes donaron todo tipo de materiales.
La estructura de la biblioteca está hecha de pallets de madera, cubiertos con el material que obtuvieron de la misma playa. Cuenta con grandes ventanales de vidrio y botellas verdes, marrones y azules entre las paredes que aportan una tonalidad singular. Al abrir la puerta, uno se topa con el mar. 
“En los inicios, habían colocado unos vidrios de parabrisas de auto. Cuando los dueños de una vidriería de Las Grutas se enteraron de la iniciativa, donaron unos vidrios más grandes. Para sacar los primeros que habían puesto, les dieron una par de patadas y así los reemplazaron por los nuevos. La gente siempre colaboró y de hecho, año tras año, se acercan a ayudar”, destaca la mujer.
Existe libertad para crear dentro de la biblioteca
En el sector donde fue construida la biblioteca, años atrás no llegaban las mareas extraordinarias -olas más altas que lo habitual-. Con el cambio de las condiciones climáticas, las sudestadas son cada vez más frecuentes. “Desde hace unos 5 años, constantemente, tenemos que levantar todos los libros porque el agua ingresa y se inunda la biblioteca. Hemos llegado a tener 20 centímetros y termina lavando el barro en la parte de abajo; por eso se lo ve como despintado”, comenta.
Tres años atrás las olas rompieron los vidrios y la puerta. “Tuvimos que pedir ayuda a través de las redes sociales porque había que sacar el barro con palas de adentro”, comentó. Desde entonces, todos los años, cuando la temperatura empieza a subir anunciando la llegada del verano, los voluntarios se reúnen para hacer barro y “remendar” la biblioteca de la zona.
“Armamos unas bachas que contienen el barro -con el proceso que necesita- y la gente se acerca con su mate y empieza a jugar. Es como hacer un castillito de arena. Cada uno usa su imaginación”, celebra la mujer. Por eso, la biblioteca cuenta con estantes hechos con el mismo barro donde se disponen los libros. “Esos toques se los fue dando la gente. Jugaban y hacían estantes. Había un cisne muy bonito pegado en el vidrio. Y hay un sol. Van haciendo formas. Uno puede ir moldeándolo y si no le gusta, lo saca y lo vuelve a hacer”, describe.
Mailén está orgullosa del legado de su padre
La construcción en barro perdura en el tiempo, de hecho, la parte de arriba continúa intacta. “Con el resto, en cambio, es como si nos agarrara una inundación. Sufre los efectos, pero lo vamos reconstruyendo. Y eso también implica una cierta magia sino sería aburrido. De esta forma, todos los años la gente está participando”, destaca.
No solo los lugareños se apropiaron de la biblioteca. También los visitantes. No bien se puso en marcha, se difundió de boca en boca en un abrir y cerrar de ojos. “Año tras año, llega la gente buscando la biblioteca. Incluso me da risa porque hay niños que se pierden y los padres los terminan encontrando ahí adentro”, señala.
La biblioteca está ubicada al pie del médano. Casi que se pierde entre la arena. Lo lindo, reconoce Mailén, es que «hay playa todo el tiempo. En Las Grutas, cuando sube el mar, las olas pegan contra el acantilado. En este rincón, hay médanos de modo que siempre nos queda playa, incluso con las mareas extraordinarias. Cuando se aleja el mar son super extensas».
Un atractivo en la playa – Foto: Leandro Vesco.
En un comienzo, la biblioteca permanecía abierta todo el día. La gente tomaba el libro que quería leer y luego, lo devolvía. Pero empezaron a detectar hechos de vandalismo. “Teníamos un tarrito para que la gente echara monedas para comprar las bolsas de basura para limpiar la playa. Pero notamos que el dinero desaparecía así que desistimos. Hoy cuando nos preguntan si hay que pagar, les decimos que, si quieren, pueden donar algún libro o cuento. Incluso juegos de mesa. Pero ya no aceptamos dinero”, argumenta.
Mailén duda cuando se le consulta acerca de la cantidad de ejemplares de la biblioteca. Reciben material bibliográfico todo el tiempo. Pero la mirada está puesta en novelas cortas y cuentos. Para adultos y chicos. “Siempre nos llegan cosas. Lo que le recordamos a la gente es que es una biblioteca chica para una lectura corta. No es material de estudio -dice riéndose-. Porque en esos casos, es doble trabajo. Tenemos que seleccionar lo que sirve y el resto llevarlo a la biblioteca de Las Grutas”.
La Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip) incluyó a Kapenke Yaten en un video para conmemorar sus 140 años de trayectoria en 2010, en el que aparecieron 15 instituciones de las 2.000 que funcionan en Argentina.
La cuestión comunitaria forma parte de la identidad de la biblioteca
Mailén mira hacia atrás y no puede dejar de elogiar la idea de su padre: deleitar con literatura a quienes visitan esas playas. “Buscó hacer hincapié en lo lindo de la lectura y más aún en una playa como ésta. Mi papá falleció de cáncer y cuando empezó a estar mal, yo estudiaba Diseño en Indumentaria en Buenos Aires. Me pidió que estuviera más presente porque él no estaba bien.
«Estuve dos veranos trabajando con él y para el tercero, se me fue», cuenta y agrega: “Tenía otros proyectos en mi vida, pero la frase hecha: ‘Este es mi lugar en el mundo’ es real. Viví en muchos lugares y este lugar no lo cambio por ningún otro. Encima soy mamá y me encanta criar a mi hija mirando el mar. Este mar y estas piedras”.