Un colectivo se transforma en refugio nocturno para personas en situación de calle en Rosario

Por Lorena Direnzo 

En julio, el momento más álgido del invierno con noches de heladas eternas, el Micro Solidario comenzó a recorrer Rosario. Cada martes y jueves, cuando empieza a anochecer, el vehículo abre su puerta para recibir a personas en situación de calle. Este refugio móvil evita que duerman a la intemperie.

El modelo se puso en marcha en Buenos Aires tres años atrás por parte de la Fundación Flecha Bus que aporta un micro, un chofer y combustible. Los excelentes resultados hicieron que la experiencia se replicara en otra de las ciudades más pobladas del país.

“En esta oportunidad, convocaron gente de Rosario Solidaria, una institución que trabaja asistiendo a personas en situación de calle, al igual que nosotros”, explica Juan Pablo Locatelli, presidente del Refugio Sol de Noche. Así comenzaron las reuniones para ultimar los detalles y la prueba piloto se puso en marcha a fines de junio. Arrancaron con 7, 10, 12 personas, pero en las últimas semanas, el micro se completa, quedando gente afuera.

“En un principio, era toda una incertidumbre cómo podría funcionar este proyecto porque no parecía sencillo tener a la gente -muchos con adicciones- encerrada toda una noche en un micro. Pero resultó muy bien”, dice. De hecho, ya le han planteado a la empresa la posibilidad de reemplazar el micro actual por uno más grande: “Usamos un coche hermoso, premium con 20 butacas arriba y 6 abajo que terminan haciéndose camas. Se reclinan unos 180 grados. Son como boxes con cortinitas. Ese micro está fuera de servicio por el modelo, pero está en una condición impecable”. Pero quedó claro que se requiere más capacidad.

La primera experiencia fue en Buenos Aires

En los últimos años, tras la pandemia, Rosario comenzó a registrar un fuerte incremento de personas en situación de calle. “Familias completas, mujeres, gente muy joven”, puntualiza Locatelli que trabaja como voluntario en el Refugio Sol de Noche, albergue que funciona desde hace 18 años. Tiempo después, comenzaron a abrirse paulatinamente otros tres refugios municipales.

“En este refugio -especifica-, recibimos hombres mayores de 45 años, dándole prioridad a las personas más vulnerables. Sin embargo, al micro subimos mujeres, parejas, chicos jóvenes, un público con el que no solemos trabajar”.

El Micro Solidario enciende los motores martes y jueves, en un punto estratégico de Rosario, la esquina de Oroño y Pellegrini, a metros del Museo de Bellas Artes Juan Castagnino. A las 22, inicia las recorridas por las principales plazas céntricas de la ciudad que concluye poco después para transitar la noche en Parque Independencia.

“La semana pasada, sin embargo, no pudimos salir a hacer recorridos porque ya no teníamos más lugar. Fue todo un desafío esto de pasar la noche en un micro compartiendo un baño, con múltiples problemas de adicciones. Pero sirvió”, evalúa.

El trabajo de Rosario Solidaria es clave

Una vez en el vehículo, la gente recibe una infusión y un alfajor y, al día siguiente, el desayuno. No se ofrece comida porque a esa hora, la mayoría ya ha comido. Además, Juan Pablo cuenta que hay muchas instituciones que salen a repartir platos de comida a partir de la tarde. “De hecho -menciona- hay una pareja de voluntarios que suele llevar tortas fritas y arroz con leche”. En cada encuentro, las charlas son inevitables.

Curiosidad y ganas de ayudar

Juan Pablo comenzó su voluntariado en el refugio en 2011 por «curiosidad». Viene de una familia católica y en su adolescencia, perteneció a un grupo misionero de modo que siempre estuvo ligado a las acciones solidarias de la iglesia. «En un momento, vi un cartel -que sigue estando en una esquina al día de hoy- que convocaba a dar una mano. Llamé a un teléfono fijo, fui a una reunión y el refugio me fue atrapando. Actualmente soy presidente de la institución. Se va sumando gente, pero es difícil sostener el voluntariado y hay que tener una familia que acompañe», considera.

Más allá de una cuestión solidaria, ¿por qué su mirada estuvo focalizada en las personas en situación de calle? Advierte que «es algo que uno ve permanentemente aunque seamos indiferentes. Vemos personas tapadas con mantas y cartones y eso forma parte como del paisaje. Pero ahí hay una persona atravesada por muchos factores».

Hace hincapié una y otra vez en que nadie elige vivir en la calle porque “la calle es consecuencia de malas decisiones, de adicciones y a medida que uno va interactuando va encontrando millones de realidades, de historias”. También admite que resulta “imposible mantenerse ajeno: uno va generando una relación”.

El micro hoy va siempre completo

En muy pocos casos, las personas logran salir de su situación de calle y “solo por eso, valió la pena el trabajo”. En este camino, reconoció que la frustración suele ser moneda corriente: “No hay que romantizar: son comunes las recaídas y más de una vez, la gente no puede sostener un espacio propio, un alquiler o una pensión. Uno se encuentra con muchas situaciones para nada agradables, pero cuando logramos sostener al menos a uno, todo el trabajo valió la pena”.

Los cambios de los últimos años

Hoy, en relación a años atrás, cambió la composición de la población. “Yo tengo 42 y hace unos años, uno tenía la idea del croto, del linyera, un tipo grande, barbudo, desaliñado y alcohólico. Eso se sigue viendo en la calle, pero son minoría. Hoy se ven más jóvenes, familias, chicos que claramente no han nacido en la calle. O en situaciones de vulnerabilidad”, aclara.

Asegura que “provienen de familias estandar, pero han sido atravesados por situaciones de consumo problemático y sus familias ya no los contienen. Entonces, son chicos jóvenes que tienen familia, que han tenido una casa, una crianza normal. La calle hoy es algo muy distinto a lo que se veía 20 años atrás».

Ayudar aún en la transición

La decisión de colaborar con el Micro Solidario por parte de los integrantes del Refugio Sol de Noche se dio porque, tiempo atrás, se quedaron sin el espacio donde funcionaban y debieron emprender la búsqueda de un nuevo lugar. El Arzobispado de Rosario les cedió una casa por diez años en comodato.

Una noche de abrigo para quienes más lo necesitan

A partir de ahí, se inició una obra de ampliación y remodelación que, al día de hoy, no ha finalizado. “Cuando surgió la posibilidad del Micro Solidario en junio estábamos cerrados y nos pareció piola. Consideramos que era una buena manera de seguir brindando el servicio hasta que logremos inaugurar el nuevo refugio”, subraya.

Otros integrantes de la institución, en cambio, se juntan tres días a la semana en un club donde cocinan y salen a repartir. Nadie se quedó de brazos cruzados en esta transición.

El micro llegó en un invierno bastante crudo. Si bien esta estación es cada vez más breve, la intensidad se siente por las noches. Y lo cierto es que causó sensación entre la población.

La coordinadora de uno de los refugios municipales consultó si había lugar para un grupo de chicos porque otros les habían recomendado la experiencia del micro. “Empezó a correr el boca en boca. Un grupo le contó a otro que era una experiencia hermosa, que dormían super cómodos y que incluso miraban tele. Que la habían pasado bien y que valía la pena. El tema es que hoy el micro también queda desbordado ante la necesidad”, lamenta Juan Pablo.