Por Lorena Direnzo
En tres años, la postal en un sector de la refinería de YPF en Plaza Huincul cambió por completo. De ser un área extremadamente árida, con algunas plantas propias de la estepa, de follaje escaso y arbustos espinosos, se convirtió en un espacio verde. ¿Cómo? A través de la reutilización del agua industrial tratada en agua de riego. El ensayo que comenzó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) dio resultados y hoy se intenta replicar en otros sectores de la ciudad neuquina.
“En diciembre de 2022, la Regional del INTA recibió un pedido de asistencia técnica por parte de un equipo del área ambiental de la refinería. Consultaron si podíamos desarrollar algún tipo de estrategia para la reutilización del agua de industria que genera la actividad”, recordó Gustavo Nordenstrom, técnico del INTA Agencia de Extensión Centenario que depende del Alto Valle.
La planta de YPF en Plaza Huincul -una de las tres que la empresa opera en el país- procesa más de 500.000 litros de agua por día como resultado de su actividad industrial. El lugar se caracteriza por un clima desértico, con temperaturas que varían a lo largo del año, una media de 13,1 grados y escasas precipitaciones -tan solo 220 milímetros al año-. La primera recorrida del equipo técnico del INTA, junto al personal de la empresa, fue en febrero del 2023.
El objetivo fue diseñar macizos forestales, compuestos por árboles que se adaptaran a las condiciones que imperan en la comarca petrolera (las especies elegidas fueron Aguaribay y Eucaliptus). Pero a la vez se apuntó a promover capacitación básica para que el mismo personal de la empresa se apropie del proyecto.

Entre la vegetación nativa hay arbustos achaparrados, jarillas, zampas y alpatacos. Poco a poco, el hombre comenzó a incorporar eucaliptos, pinos, álamos y aguaribay, con el objetivo de cambiar el biosistema, tener sombra, pájaros y césped. “Es un esfuerzo titánico”, reconoció Nordenstrom.
“Sugerimos aprovechar el agua de descarte -que implica el proceso industrial de refinado del crudo- en agua de riego», acotó y explicó que «esto significa convertir el agua en un recurso esencial para el mantenimiento de los parques y jardines en la planta industrial”.
El foco se puso en el invernadero de la refinería que, de no producir nada, pasó a desarrollar más de 8 mil plantines por temporada. “Les costaba llevar adelante la multiplicación, pero en 2023 se dictaron 65 cursos de capacitación en manejo del agua, tecnología de automatización, mantenimiento y reparación, cómo cuidar, podar y multiplicar”, comentó este meteorólogo y técnico en Planificación Ambiental.
Una vez resuelta la distribución del agua, se implantaron más de 200 árboles de Aguaribay y Eucaliptus. Asimismo, se colocaron más de 1.000 plantines florales, aromáticas, medicinales, suculentas y nativas como así también estacas de álamo blanco. Por otro lado, se confeccionó un microtúnel para ampliar la superficie del invernadero.

¿Por qué el ecosistema se basó en el Eucalipto (uno de los árboles que más agua consume) y Aguaribay (la que más resiste las condiciones de la Patagonia, con vientos y poca agua)? “Necesitamos plantas que, a medida que crezcan, vayan absorbiendo y reutilizando más cantidad de agua. El objetivo fue desarrollar algo natural que consuma cada vez más”, detalló.
Desde INTA se brindaron tecnología para el manejo del agua y capacitación en el uso agronómico (conjunto de prácticas, técnicas y tecnologías utilizadas en el campo para preparar el suelo, cultivar plantas, proteger los cultivos y manejar los recursos naturales de manera eficiente y sostenible).
“¿Que hacía antes la empresa con el agua? No tengo idea. Ellos se ajustan a normas internacionales, nacionales y provinciales que controlan todos los procesos, entre ellos el agua de industria. De modo que el agua es tratada, procesada y es adecuada”, especificó.

El desafío fue que “naturalmente, con el tiempo, esos bosques, esos macizos forestales se encargarán de reciclar el agua industrial de esa actividad. Esa unidad de árboles se encarga de usar el agua de manera agronómica y de esta forma, se genera liberación de oxígeno, captación de dióxido, zonas de sombra y biodiversidad”. El proceso, describió Nordenstrom, comienza con una alta densidad de plantas. “La planta, cuando la sacas de un vivero, es un varillón que, luego, al desarrollarse, se transforma en árbol o arbusto”, dijo.
La propuesta técnica generó un impacto positivo en la biodiversidad del paisaje dada la cantidad de especies vegetales que se han implantado: arboles forestales (Eucaliptus, Aguaribay), plantas aromáticas (Romero, Salvia, Curry, Lavanda, entre otras), medicinales (Cedrón, Buscapina, Burrito), ornamentales (Ericas, Agapanto), florales (Verbenas, Zinias, Conejitos, Cosmos, entre otras), bulbáceas (Tulipanes, Narcisos, Marimonias), autóctonas (Zampa, Algarrobo).
En una primera etapa, los investigadores probaron la resistencia de ese macizo forestal para soportar semejante cantidad de tierra, viento, sol e incluso el agua industrial para riego. “El macizo recicla agua, la reutiliza y la libera a la atmósfera. En el medio, genera sombra, biodiversidad, un cambio bioclimático. Pero este proceso toma 5, 10, 15 años y, hasta ahora, solo llevamos tres”, mencionó.
El lugar elegido para el ensayo fue un sector de acopio de materiales. Se acordó arrancar en un área pequeña e ir ampliando la superficie. Hoy el proyecto se desarrolla sobre 82 hectáreas con un perímetro de 5,45 kilómetros.
“En la refinería tienen pequeñas zonas verdes y luego, hay un sector más antiguo con árboles más desarrollados. Después, no tenés ninguna plantación. Ahí es donde abordamos este ensayo y la propuesta es ampliarlo mejorando la tecnología de aplicación de riego”, reconoció. A medida que se obtienen resultados positivos, se avanza más y más. “Un varillón consume 5 litros al día; en 10 años, consumirá 15, 20 litros y así sucesivamente. El INTA propone monitoreos técnicos cada 15 días y según la época del año, cada 7 días. Se evalúa el estado de las plantas, las técnicas de manejo, su poda, la fertilización, el abono”, expresó.

Nordenstrom destacó que no solo se usa el agua industrial con un uso agronómico sino que además, se capacitan recursos humanos ajenos al INTA. “Desde un primer momento, se buscó que haya una apropiación de la propuesta del INTA por parte de la empresa y otros actores. De esta forma, la multiplican. Durante el año se organizan actividades para socializar el trabajo, intercambiar el conocimiento”, indicó.
En julio pasado, se plantaron 2.400 nuevos varillones en la refinería, todos provenientes del vivero del INTA. “En estos sectores necesitás protocolos: no podés llegar con la pala a hacer un agujero en la tierra en cualquier lado. Hay que evaluar si un árbol, en 5 años, es un riesgo por los cables o las voladuras de vientos. Hay una articulación técnica profesional permanente que va resolviendo estos desafíos”, dijo Nordenstrom que monitorea ese sector de la refinería todos los miércoles.
“Hay un fuerte compromiso social. Hacemos 100 kilómetros (ida y vuelta) todas las semanas. Y lo cierto es que el nivel de cambio es impresionante. Este tipo de acciones del INTA son disparadores, luego se replican. En estos días, por ejemplo, se va a donar material vegetal al municipio para iniciar este proceso en otra área por fuera de la refinería”, se enorgulleció.
El plan es extender esta propuesta hacia otras áreas circundantes para convertirlas en nuevos espacios verdes a través de la automatización del riego. La localidad de Plaza Huincul se caracteriza por el predominio de fuertes vientos provenientes de la cordillera y cuenta con una escasa presencia de espacios verdes con árboles que sirvan de protección y sombra. La escasa precipitación determina la presencia de vegetación xerófila y arbustiva. Pero el proyecto del INTA promete un cambio histórico.