Los perros que mejoran la salud de pacientes en Neuquén

Por Lorena Direnzo 
Cada miércoles, una situación insólita irrumpe en el hospital Castro Rendón de la ciudad de Neuquén. Cambia el clima de las salas y no deja de sorprender a los pacientes y a quienes los acompañan. De repente, las miradas se concentran en Burlete, un galgo, secundado por dos adiestradores, Lucas y Paula, y una psicóloga. Sucede que el foco en esta institución neuquina está puesto el llamado “cuidado humanizado”.
España incursionó tiempo atrás en las terapias con perros y delineó un camino que muchos otros fueron imitando. Muchos hospitales las implementaron para mejorar el bienestar emocional y físico de los pacientes, especialmente en áreas como salud mental, pediatría y urgencias. Los resultados fueron alentadores ya que se comprobó que, de esta forma, se reducen el estrés, la ansiedad y la depresión.
El Hospital de Málaga implementó una terapia alternativa y paliativa para los pacientes terminales, a través de los animales de compañía.
El Hospital de Alta Complejidad en Red El Cruce de Florencio Varela, en provincia de Buenos Aires, fue el primer hospital público de Latinoamérica en incorporar perros para brindar intervenciones asistidas con animales a pacientes. En este caso, el protagonista es Benja, un perrito blanco. También el hospital Garrahan lo puso en marcha.
Burlete es la alegría de los chicos en el Castro Rendón
“Uno se apoya en experiencias previas y nos animamos a implementarlo en Neuquén. Así, vamos por el segundo año del Programa de Asistencia Emocional con Animales, junto a la Subsecretaría de Ciudad Saludable de Neuquén que ya tienen experiencia en escuelas y hogares de ancianos”, explicó Mónica Pérez, jefa del Departamento de Comunicación Institucional del hospital Castro Rendón.
El programa arrancó a mediados de 2024, de la mano de dos perros: Andy, un labrador que había sufrido maltrato animal y Naomi, una border collie. Ambos fueron adiestrados para hacer asistencia y acompañar. Cada animal tenía su personalidad. Andy era más compañera, mimosa, cariñosa; en cambio, Naomi era más activa, mucho más juguetona. A fin de año, se jubilaron”, afirmó Mónica.
Este año, el programa continuó junto a Burlete, un galgo víctima de maltrato que, además, había sido abandonado. El animal transitó siete sesiones de quimio y una vez recuperado, fue adiestrado para sumarse a las actividades.

Dos objetivos

El programa Asistencia Emocional tiene un doble sentido: permite recuperar animales de situaciones de maltrato o abandonados por enfermedades y por otro, favorece a los pacientes, a través del apoyo emocional, la rehabilitación y el acompañamiento en el final de la vida.
El Hospital de Málaga fue el primero en implementarlo.
El Departamento de Calidad del Castro Rendón desarrolló un protocolo de seguridad tanto para los pacientes como para los animales. Los trabajos comenzaron con las áreas de Salud Mental, el hospital de día pediátrico y los consultorios de espera tanto de adultos como de niños. A su vez, los equipos de salud constantemente piden intervenciones ante ciertas situaciones individuales de pacientes cuando evalúan que este tipo de terapia puede generar un impacto positivo.
“Hay casos de niños muy pequeños que llevan muchos días internados y están muy enojados o callados o, tristes. Son procesos difíciles tanto para ellos como para la familia”, advirtió Mónica.

Juegos o acompañamiento

A la sala de espera en Pediatría, los adiestradores suelen llevar “unos pisos” de goma eva que se encastran para que los chicos se recuesten sobre ellos con el perro, lo puedan acariciar o cepillar. En estos casos, Burlete, por lo general, lleva un traje de vaca o dinosaurio.
“Le ponemos un arnés al perro con abrojos para que los chicos le puedan pegar algunas cositas. También se arma un circuito donde pueden ir caminando junto al perro y llevamos una valla para que salte bajito. Con los adultos cambian algunas actividades”, detalló Lucas Crego, adiestrador de Bienestar Animal de la Subsecretaría de Ciudad Saludable de Neuquén.
El equipo del Castro Rendón.
En algunos casos, el perro juega con los pacientes; en otros, simplemente acompañan, incluso, mientras la gente lee, por ejemplo.
Los especialistas indican que hay casos de pacientes que han transitado un largo proceso en el área de terapia intensiva y deben iniciar una etapa de rehabilitación. “Cuando los perros concurren a la sala de espera hacen el paso del tiempo más ameno.  Muchas veces, Burlete acompaña a los pequeños pacientes hasta la puerta del consultorio y llega a interactuar con el médico”, contó Mónica.
Lucas advirtió que “al entrar al hospital, la gente que está esperando ve al perro y ya les cambia la cara. Se les dibuja una sonrisa, estiran las manos para poder tocarlo y nosotros vamos frenando con cada uno que quiere interactuar con el perro. Es muy fuerte lo que pasa”.

¿Cómo impacta el contacto entre animal y paciente?

Los especialistas aseguran que este tipo de terapia disminuye el estrés, la ansiedad y genera calma. Además, mejora el estado físico y psicológico y brinda bienestar general para quienes transitan cualquier situación de salud en el hospital.
“La interacción puede ser solo un momento, la gente puede simplemente tocarlos, pero lo cierto es que les cambia ese ratito. Cada vez que concluimos las visitas con los animales hacemos encuestas y la respuesta siempre es positiva ya sea porque transitaron un momento más ameno o simplemente, porque les pareció lindo”, contó Mónica.
Está comprobado que los perros reducen el estrés, la ansiedad y la depresión.
Resaltó que no basta con que un animal sea “bueno y dócil”. Estos perros están adiestrados especialmente para acompañar a las personas. “No son animales que nacieron para esto. El animal se forma. Además, no es que el animal está todo el día. No puede estar más de 40 minutos en una actividad porque también se estresa, se cansa”, aclaró.
En este sentido, Lucas advirtió que suelen llevar unos bocaditos para darle al animal a modo de premio cuando cumple con las actividades. “La idea es que los perros también la pasen bomba”, planteó.
Mónica recordó el caso de una niña con una patología severa que llevaba tres semanas internada en el hospital, a la espera de un traslado para someterse a una intervención. “Nadie está preparado para ver a un niño con problemas de salud. Su médico y la jefa de enfermería nos pidieron una intervención. La cara de felicidad de esa criatura y la emoción de sus papás, tan jovencitos, fue inolvidable. Durante 40 minutos se olvidaron de todo. Se relajaron, calmaron la ansiedad y hasta se divirtieron un ratito”, destacó.

Cómo es el adiestramiento

Los perros que son judicializados por situaciones de maltrato o incluso, aquellos mordedores en la vía pública, desembarcan en el Área de Bienestar Animal dependiente de la Subsecretaría de Ciudad Saludable de Neuquén.
Burlete sufrió maltrato antes de llegar al hospital
La idea de usar algunos animales para este tipo de terapias nació de la entonces directora del área, Andrea Ferracioli. “En ese momento, teníamos a Andy que reunía todas las condiciones. De todos modos, nos enfocamos en que el perro no reaccione frente a una posible agresión física de un niño. No solo vamos al hospital sino que trabajamos con los colegios especiales”, dijo Lucas.
Se enseña al perro que, frente a una posible agresión, debe regresar a los adiestradores. También se les enseña a caminar acompañando a la persona, a su ritmo. O a hacerlo al lado de una persona que se traslada en una silla de ruedas.
La idea es que el animal no invada a la persona, que no les salte, salvo que la persona se lo indique. Que apoye su cabeza en las piernas o en las rodillas. Que esperen el llamado, que se dejen abrazar, peinar y un montón de cositas más”, especificó Lucas.
Un paso importante del adiestramiento son “las habituaciones” a los vehículos, a los lugares confinados, a sectores pequeños con gente, a los bastones y sillas de rueda -para que el perro se sienta cómodo frente a esas situaciones y no les resulte extraño-.
Estos perros están adiestrados especialmente para acompañar a las personas.
En el caso de Burlete, Lucas recordó que este galgo fue rescatado de una situación de maltrato. Tenía cáncer, pero una vez que se recuperó, se consideró que reunía todas las condiciones para la terapia. Favorecía aún más su altura ya que, en el hogar de día, había muchos chicos en camillas altas. De modo que, fácilmente, el perro podía apoyar su cabeza para que los chicos lo acariciaran.
“Después de cada actividad en el hospital, se plantea algo recreativo para que el perro se distienda y, en caso de algún tipo de tensión, pueda liberarla”, contó Lucas y agregó: “Quieras o no, ellos absorben, igual que nosotros, las energías y todo lo que hay en el ambiente. Entonces, se les propone juegos y caminatas. Siempre vamos a velar por la integridad física y mental del perro”.
En este momento, hay otros dos perros en entrenamiento: Bala -fue apodado así porque llegó con un agujero de bala- y Panda, un cachorro en situación de desnutrición que logró sobrevivir.