Por Lorena Direnzo
Allá por 1960 nacía en Estados Unidos el concepto de Banco de Alimentos. John Van Hengel fundó Saint Mary’s Food Bank en Phoenix, Arizona, con la idea innovadora de conectar los excedentes de la industria alimentaria con aquellos que sufrían hambre. El modelo apuntó a la merma del desperdicio de alimentos facilitándolos a quienes tenían dificultades para acceder a ellos.
La idea fue recolectar comida en buen estado que no podía ser vendida por la industria alimentaria a fin de distribuirlos entre organizaciones y personas en situación de vulnerabilidad. El punto de partida fue Arizona, pero inspiró la creación de muchos otros bancos en Estados Unidos y en distintos rincones del mundo. Ante la profunda crisis económica de 2001, el modelo se puso en marcha en Buenos Aires de la mano de un grupo pequeño.
Con gran esfuerzo, se realizaba la primera entrega de alimentos el 24 de abril de 2001: nada menos que 6.000 kilos de picadillo de carne se distribuyeron en seis comedores de Cáritas San Isidro.
Sin imaginarlo, era el primer paso de un camino que se extendería por 24 años más. El balance hoy es contradictorio con un inmenso trabajo solidario que logró sostenerse en el tiempo, pero números desgarradores. Hoy, 6 de cada 10 chicos dependen de un comedor para alimentarse, según un informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).

“Desde hace 24 años, el Banco de Alimentos Buenos Aires trabaja con un triple objetivo: reducir el hambre, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos”, resumió Fernando Uranga, director general de Banco de Alimentos Buenos Aires, y agregó que “su misión es que cada vez más personas del AMBA accedan diariamente a una alimentación suficiente y de calidad nutricional”.
Para lograrlo, el Banco articula con más de 1.280 organizaciones sociales, empresas, donantes y voluntarios, potenciando el impacto a través de la eficiencia logística, la infraestructura y el conocimiento del territorio.
Un modelo que se fue repitiendo en el país
El Banco de Alimentos de Buenos Aires fue el primero en Argentina. Pero actualmente hay 20 en todo el país y llegan a más de 1.400 en todo el mundo.
“Es un modelo que nace hace más de 60 años. De modo que el objetivo de acompañar al que sufre hambre trasciende épocas y fronteras. Con el Banco de Alimentos de Buenos Aires llevamos 24 años y en 2023 pudimos optimizar la tarea gracias a la puesta en marcha de un centro de distribución propio en Benavídez”, explicó Uranga que es ingeniero industrial.

Este nuevo espacio en provincia de Buenos Aires cuenta con un almacén y un área de clasificación -de 2.900 metros cuadrados-, dos cámaras de frío, seis bocas de expendio y cuatro de recepción y una playa de maniobras de 3.800 metros cuadrados. Incluso tiene una sala de clasificación exclusiva para frutas y verduras.
Esta infraestructura, añadió Uranga, permitió aumentar la capacidad y dar respuesta a los donantes y organizaciones sociales y mejorar tanto la calidad como la cantidad de alimentos entregados, especialmente aquellos con alto valor nutricional como lácteos, carne, frutas y verduras.
¿Cómo funciona exactamente el Banco de Alimentos Buenos Aires? Intenta ser “un puente confiable entre quienes sufren hambre y quienes desean colaborar”. Uranga destacó que, a lo largo de estos años, lograron consolidarse como referentes “en el trabajo contra el hambre”, lo que les permitió acceder a la confianza de numerosas empresas, voluntarios y organizaciones comunitarias.
El recupero de alimentos
En Argentina, cada año se desperdician aproximadamente 16 millones de toneladas de alimentos, lo que representa alrededor del 12,5% de la producción agroalimentaria nacional.

Por eso, uno de ejes del trabajo del banco es la recuperación, a través de alianzas con empresas de la industria alimenticia y el sector agropecuario. De esta manera, añadió Uranga, se recuperan alimentos “en etapas de producción, almacenamiento, procesamiento, distribución y consumo”.
En 2024 se entregaron 18.758.768 platos de comida destinados a niños, adolescentes y adultos. Distribuyeron más de 6 millones de kilos de alimentos al año (400 toneladas de alimentos y productos por mes). Ese mismo año hubo un 38% más de personas que necesitaron de un comedor para alimentarse. Otro dato llamativo es que el 65% de las personas que recibieron ayuda del Banco fueron niños y adolescentes.
Voluntariado
Actualmente, 47 personas trabajan en el Banco de Alimentos Buenos Aires, desde los responsables de área, asistentes, operarios y pasantes. Poco a poco, se va sumando gente a través de búsquedas laborales por las redes sociales. “La última incorporación de un voluntario se dio porque éste consultó a la inteligencia artificial acerca de dónde donar su tiempo y nos sugirió a nosotros”, planteó.
Durante 2024, el voluntariado se triplicó en comparación con el año anterior, alcanzando un total de 7.005 personas. El 15.36% del total de los kilos de alimentos recuperados en el año (1.030.688 kilos) fueron clasificados por “estas manos voluntarias”.

Uranga afirmó que la misión es que cada vez más personas del AMBA accedan a una alimentación suficiente diariamente, pero también de una buena calidad nutricional. Por otro lado, se dictan talleres de educación alimentaria que son coordinados por expertos a fin de concientizar sobre la importancia de una alimentación balanceada, proporcionando conocimientos prácticos que promuevan hábitos saludables a largo plazo.
Este año, se pusieron en marcha dos programas especiales para mejorar la nutrición a través de las organizaciones sociales. Por un lado, se lanzó la segunda edición de “Desayunos saludables” para brindar desayunos nutritivos a más de 12.000 chicos de organizaciones sociales del AMBA. “Buscamos garantizar desayunos completos y nutritivos a niños de entre 3 y 12 años que asisten a organizaciones sociales, jardines maternales y apoyos escolares. Pero además, incorporar instancias de formación para promover buenos hábitos desde edades tempranas, reforzando la premisa de que una buena nutrición es la base del aprendizaje y el desarrollo”, sintetizó Uranga.
El impacto de este proyecto fue medido por la consultora CEPEA (Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación) que confirmó una mejora nutricional de los desayunos ofrecidos. Además, una encuesta realizada a los referentes de las organizaciones reveló “mayor energía y vitalidad en los niños, mejor actitud, más concentración e interés por aprender sobre alimentación y una reducción del consumo de productos poco saludables”.
También se impulsó “Programa Legumbres” enfocado en la incorporación de legumbres y cereales, considerados “superalimentos” por su alto valor nutricional que permiten hacerle frente al hambre y la malnutrición. Argentina es uno de los países que menos legumbres consume en el mundo: apenas 800 gramos por persona al año, cuando el promedio global es de 8 kilos per cápita.
Una encuesta realizada a fines de 2024 entre las organizaciones sociales con las que colabora Banco de Alimentos Buenos Aires, arrojó que solo el 37% incluye legumbres en sus comidas más de una vez por semana, cuando la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es consumirlas entre dos y cuatro veces por semana.
Uno de los principales obstáculos a la hora de incorporar legumbres es el desconocimiento acerca de cómo prepararlas. “De esta forma, buscamos promover el consumo en las organizaciones sociales, a través de campañas educativas y talleres para sensibilizar a la población sobre sus beneficios y facilitar su incorporación en la dieta diaria”, concluyó Uranga.